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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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servían para afirmarlas en la creencia de que no tenían un solo defecto.<br />

Lady Bertram nunca acompañaba a sus hijas fuera de casa. Era<br />

demasiado indolente, aun para regalarse con la satisfacción de una<br />

madre al presenciar sus éxitos y alegrías, si ello tenía que ser a costa del<br />

más pequeño sacrificio personal, y la carga recayó sobre su hermana,<br />

que no deseaba cosa mejor que ostentar tan honrosa representación y<br />

saboreaba con fruición la oportunidad que le brindaba de alternar con la<br />

sociedad sin tener más atributos para ello.<br />

Fanny no participaba en las fiestas de la temporada, pero gustaba de<br />

ser manifiestamente útil como compañera de su tía cuando los demás se<br />

marchaban atendiendo a alguna invitación; y, como miss Lee ya no<br />

estaba en <strong>Mansfield</strong>, ella lo era todo para lady Bertram en las noches de<br />

baile o de reunión fuera de la casa. Ella le hablaba, la escuchaba, le leía;<br />

y la paz de esas veladas, la seguridad absoluta de que en aquellos tête––<br />

d––tête estaba a salvo de cualquier aspereza o desatención, resultaban<br />

algo en extremo grato para un espíritu que raras veces había conocido<br />

una pausa en sus alarmas y zozobras. En cuanto a las diversiones de<br />

sus primas, le gustaba escuchar un relato de sus incidencias y<br />

pormenores, especialmente de los bailes y de con quién había bailado<br />

Edmund; pero consideraba demasiado humilde su propia condición para<br />

imaginar que podría algún día ser admitida en alguno de ellos y, por lo<br />

tanto, escuchaba sin pensar que pudieran tener para ella otro interés<br />

más inmediato. En su conjunto, el invierno resultó bastante grato para<br />

ella, pues, aunque William no llegó a Inglaterra, la inagotable esperanza<br />

de verle llegar ya valía mucho.<br />

En la siguiente primavera se vio privada de su valiosa amiga, la vieja<br />

jaca gris, y por algún tiempo estuvo en peligro de que la pérdida<br />

repercutiera en su salud tanto como en sus sentimientos; pues, no<br />

obstante la reconocida importancia que para ella tenía el montar a<br />

caballo, nada se dispuso para que pudiera seguir haciéndolo, «porque ––<br />

según consideraban sus tías–– podía utilizar cualquiera de los dos<br />

caballos de sus primas siempre que éstas no los necesitasen». Y, como<br />

las señoritas Bertram necesitaban regularmente sus caballos todos los<br />

días buenos para salir y no tenían la menor intención de llevar sus<br />

maneras corteses hasta el sacrificio de un verdadero placer, la ocasión,<br />

desde luego, nunca se presentaba. Ellas daban sus agradables paseos a<br />

caballo en las deliciosas mañanas de abril y mayo, mientras Fanny se<br />

pasaba todo el día sentada en casa, al lado de una tía, o bien daba<br />

paseos agotadores para sus fuerzas a instancias de la otra. Lady Bertram<br />

sustentaba el criterio de que el ejercicio era tan innecesario para los<br />

demás como desagradable era para ella; y tía Norris, que caminaba todos<br />

el día de un lado para otro, opinaba que todo el mundo debía hacer lo<br />

mismo. Edmund estaba ausente por entonces; en otro caso, el mal se<br />

hubiera remediado más pronto. A su regreso, una vez enterado de la<br />

situación de Fanny y notando sus malos efectos, pareció que para él no<br />

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