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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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buen número de semanas, la pasión del galán se vería sometida a una<br />

prueba inmediata. Mucho insistió él para inducirla a que asistiera a las<br />

carreras, y se hicieron planes para organizar una gran partida<br />

campestre, a fin de presenciarlas, con todo el entusiasmo de la afición;<br />

pero todo quedó en hablar.<br />

Y Fanny, ¿qué hacía y pensaba entretanto? ¿Y qué opinión tenía de los<br />

recién llegados? Pocas muchachas de dieciocho años hubieran podido<br />

verse menos llamadas que Fanny a dar su opinión. De un modo discreto,<br />

y sin que sus palabras hallasen mucho eco, rendía su tributo de<br />

admiración a la belleza de Mary Crawford; pero como seguía<br />

considerando muy vulgar a Mr. Crawford, a pesar de que sus dos primas<br />

habían demostrado en repetidas ocasiones que ya no pensaban así, a él<br />

nunca le mencionaba. A su convicción, cada vez más arraigada en ella,<br />

respondía tal actitud.<br />

––Empiezo a comprenderlos a todos, excepto a miss Price ––dijo Mary,<br />

mientras paseaba con los hermanos Bertram––. A ver: ¿ha sido o no ha<br />

sido presentada en sociedad? Estoy intrigada. Asistió a la comida en la<br />

rectoría, como los demás, lo que parecía indicar que sí había sido<br />

presentada; pero, sin embargo, dijo tan poca cosa, que me cuesta creer<br />

que lo haya sido.<br />

Edmund, a quien principalmente se dirigía la pregunta, contestó:<br />

––Creo que sé lo que quiere decir, pero no quiero comprometerme a<br />

responder a esa pregunta. Mi prima es ya mayor. Tiene la edad y el juicio<br />

de una mujer; pero lo de las presentaciones o no presentaciones es algo<br />

que escapa a mis alcances.<br />

––Y, no obstante, en general, nada tan fácil de acertar. ¡La diferencia es<br />

tan notoria! La actitud y las maneras resultan, siempre hablando en<br />

términos generales, completamente dispares. Hasta ahora, nunca había<br />

supuesto que pudiera engañarme en lo de si una muchacha había sido<br />

presentada o no. La que no, lleva siempre la misma clase de<br />

indumentaria (una capota cerrada, por ejemplo), se muestra muy<br />

recatada y nunca dice una palabra. Aunque se sonrían ustedes, así es,<br />

no lo duden. Y, aunque a veces se exagera, hay que reconocer que está<br />

muy bien. Las jovencitas deben ser discretas y modestas. Lo más<br />

censurable que tiene el hecho de la presentación de una joven en<br />

sociedad es que el cambio resulta con frecuencia demasiado brusco. A<br />

veces, en tan corto plazo, pasan de la discreción a todo lo contrario... ¡al<br />

atrevimiento! Ésta es la parte flaca del sistema. No agrada ver a una<br />

joven de dieciocho o diecinueve años tan súbitamente familiarizada con<br />

todo, cuando, a lo mejor, se la ha visto casi incapaz de desplegar los<br />

labios un año antes. Yo diría que también usted se ha encontrado alguna<br />

vez con cambios parecidos.<br />

––Creo que sí; aunque esto no me parece muy leal. Ya veo por dónde va<br />

usted. Se está burlando de mí y de miss Anderson.<br />

––¡No lo crea! ¿Miss Anderson? No sé a qué ni a quién se refiere. Estoy<br />

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