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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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recibió, supongo, su primera lección de amor. No tengo tiempo para<br />
escribirle muy largo; pero, además, hacerlo estaría fuera de lugar, pues<br />
ésta es una simple carta de negocios, pergeñada con el propósito de<br />
comunicarle una información necesaria, y que no podría aplazarse sin<br />
riesgo de grave daño. Querida, mi queridísima Fanny, si estuviera usted<br />
aquí ¡cuántas cosas le contaría! Podría escucharme hasta cansarse, y<br />
aconsejarme hasta cansarse más aún; pero es imposible trasladar ni una<br />
centésima parte de lo mucho que bulle en mi mente; así que me<br />
abstendré del todo, dejando que adivine usted lo que guste. No tengo<br />
noticias para usted. Es usted bastante sagaz, desde luego; y estaría muy<br />
mal que la atormentase con los nombres de la gente y la relación de las<br />
fiestas que ocupan mi tiempo. Debí mandarle un relato de la primera<br />
recepción de su prima, la señora Rushworth; pero tuve pereza, y ahora<br />
pasó ya demasiado tiempo; baste decir que todo fue exactamente como<br />
podía desearse, de un tono que todas sus relaciones pudieron atestiguar<br />
con agrado, y que el vestido y las maneras de ella la acreditaron por<br />
completo. Mi amiga, la señora Fraser, está loca por una casa como<br />
aquella, y tampoco a mí me disgustaría... Voy a trasladarme a casa de<br />
lady Stornaway después de Pascua; parece que se siente muy animada, y<br />
muy feliz. Me imagino que lord Stornaway es muy divertido y agradable<br />
en el seno del hogar, y no le considero tan mal parecido como antes... al<br />
menos, una ve cosas mucho peores. Al lado de su primo Edmund, no<br />
resulta, desde luego. ¿Qué diré del héroe que acabo de mencionar? Si<br />
omitiera por entero su nombre, parecería sospechoso. Entonces, diré que<br />
le hemos visto dos o tres veces, y que a mis amigas de aquí les ha<br />
impresionado mucho, con su aspecto tan distinguido. La señora Fraser<br />
(no juzgue usted mal) dice que no conoce en Londres más que a tres<br />
hombres que tengan tan buena presencia, tan buena estatura y tan buen<br />
porte; y debo confesar que, cuando comió aquí el otro día, no había<br />
ninguno que pudiera compararse con él, y formábamos un grupo de<br />
dieciséis personas. Afortunadamente, nadie puede basarse hoy en una<br />
diferencia de indumentaria para contar historias, pero..., pero..., pero...<br />
Suya afectísima.<br />
»Casi me olvidaba (por culpa de Edmund, le tengo en la cabeza más de<br />
lo que me conviene) de algo muy importante, que debo decirle de parte de<br />
Henry y de la mía propia: me refiero a lo de llevarla a usted de nuevo a<br />
Northamptonshire. Mi querida criaturita, no vaya a permanecer en Portsmouth<br />
hasta perder su lindo aspecto. Esas perversas brisas del mar son<br />
la ruina de la salud y la belleza. Mi pobre tía siempre se sentía<br />
perjudicada cuando se hallaba a una distancia inferior a las diez millas<br />
de la costa, cosa que el almirante no creyó jamás, desde luego, pero que<br />
yo sé que es así. Estoy a disposición de usted y de Henry, con tal que me<br />
avisen con una hora de anticipación. Me gustaría el plan, y haríamos un<br />
pequeño rodeo para enseñarle a usted, de paso, Everingham, y acaso no<br />
le importaría a usted pasar por Londres y ver el interior de San Jorge, en<br />
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