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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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intensidad de sus afectos. Había, en realidad, tanto de mensaje, de<br />
alusión, de reminiscencia... tanto de <strong>Mansfield</strong> en todas las cartas, que<br />
Fanny no podía menos de suponer que estaban escritas a propósito para<br />
que Edmund se enterase del contenido; y verse en el caso de tener que<br />
prestarse a aquellos fines, forzada a sostener una correspondencia que le<br />
traía las galanterías del hombre a quien no amaba y la obligaba a<br />
fomentar la pasión adversa del hombre amado, era una cruel<br />
mortificación. También en este aspecto le prometía alguna ventaja su<br />
desplazamiento. Al no hallarse ya bajo el mismo techo que Edmund,<br />
confiaba que miss Crawford no tendría para escribirle motivo de fuerza<br />
suficiente que la compensara de la molestia, y que una vez en<br />
Portsmouth, la correspondencia iría menguando hasta extinguirse.<br />
Haciéndose tales reflexiones, entre otras mil, Fanny proseguía su viaje<br />
felizmente y con satisfacción, y con toda la rapidez que racionalmente<br />
podía esperarse en el fangoso mes de febrero. Atravesaron Oxford, pero<br />
sólo pudo echar una ojeada fugaz al colegio de Edmund, y no hicieron<br />
alto hasta llegar a Newbury, donde una apetitosa comida, unido<br />
almuerzo y cena, coronó las satisfacciones y fatigas de la jornada.<br />
El nuevo día les vio partir a hora temprana; y sin percances ni demoras<br />
fueron avanzando con regularidad y alcanzaron los alrededores de Portsmouth<br />
cuando en el cielo había aún bastante luz para que Fanny,<br />
mirando en torno, pudiera maravillarse de los nuevos edificios. Cruzaron<br />
el puente levadizo y penetraron en la ciudad; y empezaba tan sólo a<br />
obscurecer cuando, a indicaciones de la potente voz de William, se<br />
internó el vehículo con su traqueteo por una estrecha calle, partiendo de<br />
High Street, para detenerse a la puerta de una modesta casa, actual<br />
domicilio de Mr. Price.<br />
Fanny estaba llena de emoción e inquietud, de esperanza y recelo. Al<br />
momento de detenerse el coche, una sirvienta de aspecto astroso, que al<br />
parecer les esperaba en la puerta, se adelantó más dispuesta a facilitar<br />
noticias que ayuda y enseguida empezó a decir.<br />
––El «Thrush» ha salido del puerto, señorito, y uno de los oficiales<br />
estuvo aquí para...<br />
Fue interrumpida por un muchacho alto y delgado, de once años, que<br />
salió disparado del interior de la casa, empujó a la muchacha a un lado<br />
y, mientras William cuidaba de abrir él mismo la portezuela, gritó:<br />
––¡Llegas justo a tiempo! Llevamos media hora esperándote. El «Thrush»<br />
salió del puerto esta mañana. Yo lo vi. Fue un espectáculo magnífico. Y<br />
creen que recibirá orden de zarpar dentro de un día o dos. Mr. Campbell<br />
estuvo aquí a las cuatro y preguntó por ti. Tiene en el muelle uno de los<br />
botes del «Thrush» para volver al barco a las seis, y dijo que esperaba que<br />
llegarías a tiempo para ir con él.<br />
Un par de miradas a Fanny, mientras William la ayudaba a apearse,<br />
fue toda la espontánea atención que le dedicó este hermanito; pero no se<br />
opuso a que ella le diera un beso, aunque continuaba por entero<br />
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