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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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prefiriese resignarse con la desgracia de ser pretendida por un hombre<br />
inteligente, agradable, a verle ahuyentado por la vulgaridad de sus<br />
parientes más próximos.<br />
Mr. Crawford no pudo seguramente observar a su futuro suegro con la<br />
menor idea de tomarle por modelo en el arte de vestir; pero, según Fanny<br />
instantáneamente, y con gran alivio, constató, su padre se mostró como<br />
un hombre muy diferente, un Mr. Price muy distinto en su<br />
comportamiento ante aquel forastero que le merecía el mayor respeto, a<br />
lo que era en casa, en el seno de la familia. Ahora, sus modales, aunque<br />
no refinados, eran más que pasaderos: eran gratos, animados, varoniles;<br />
sus expresiones eran las de un padre afectuoso y de un hombre sensible;<br />
su costumbre de hablar en voz alta quedaba muy bien al aire libre de la<br />
vía pública, y no se le oyó un solo juramento. Tal fue su instintivo<br />
cumplido a las buenas maneras de Mr. Crawford; y, cualesquiera que<br />
fuesen las consecuencias, la inmediata sensación de Fanny fue<br />
muchísimo más grata.<br />
El resultado de las cortesías entre ambos caballeros fue el ofrecimiento<br />
que hizo Mr. Price de enseñar a Mr. Crawford el arsenal; invitación que<br />
Henry, deseoso de aceptar como un favor lo que con tal intención se le<br />
brindaba (aunque había visto una y mil veces el arsenal), y con la<br />
esperanza de estar así más tiempo junto a Fanny, se mostró muy<br />
dispuesto a aprovechar, agradecido, siempre que las señoritas Price no<br />
temieran fatigarse; y como, de un modo u otro, se averiguase, o se<br />
infiriese, o al menos se las indujera a considerar que no sentían tal<br />
temor, decidieron ir todos al arsenal; y de no haberlo evitado Mr.<br />
Crawford, Mr. Price les hubiera llevado allá directamente, sin la menor<br />
consideración a las compras que sus hijas debían efectuar en High<br />
Street. No obstante, Henry cuidó de que se les concediera ir a las tiendas<br />
que pensaban visitar, ya que para ello habían salido ex profeso; y ello no<br />
les retardó mucho, porque Fanny era tan incapaz de suscitar<br />
impaciencias o de hacerse esperar, que antes de que los caballeros,<br />
mientras permanecían a la puerta, pudieran hacer más que empezar a<br />
ocuparse de las últimas disposiciones navales, o establecer el número de<br />
navíos de tres puentes entonces en activo, sus acompañantes estaban ya<br />
dispuestas a reanudar la marcha.<br />
Terminadas las compras, emprendieron sin más rodeos el camino del<br />
arsenal; y el paseo se hubiera efectuado, en opinión de Mr. Crawford, de<br />
un modo muy singular, de haberse dejado por entero en manos de Mr.<br />
Price la conducción del grupo, pues diose cuenta de que no le importaba<br />
que las damiselas siguieran detrás sin alcanzarles, o intentándolo como<br />
pudieran, mientras ellos seguían adelante con paso acelerado. Consiguió<br />
introducir algunas mejoras ocasionales, aunque no del alcance deseado.<br />
No hubiera querido separarse en absoluto de ellas; y cuando, en<br />
cualquier cruce o aglomeración, Mr. Price no hacía más que gritar:<br />
«¡Aquí, muchachas, aquí! ¡Ven, Fan... Su... tened cuidado..., estad a la<br />
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