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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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suave, dirigiéndose a Fanny––. ¿Estuvo usted alguna vez en el lugar?<br />
Fanny contestó con una rápida negativa, y trató de ocultar su interés<br />
por la cuestión concentrando ávidamente su atención en las<br />
proposiciones de su hermano, que estaba regateando de lo lindo para<br />
embaucarla lo más posible; pero Crawford intervino así:<br />
––No, no; no debe usted desprenderse de la reina. La ha comprado<br />
demasiado cara, y su hermano no le ofrece ni la mitad de su valor. No,<br />
no, señor; fuera manos, fuera manos. Su hermana no cede la reina. Está<br />
completamente resuelta. La partida será suya ––volviéndose de nuevo a<br />
Fanny––, es indudable que será suya.<br />
––Y Fanny preferiría que la ganase William ––dijo Edmund, sonriendo al<br />
mirarla––. ¡Pobre Fanny! No le permiten que se deje engañar, como ella<br />
quisiera.<br />
––Mr. Bertram ––dijo Mary, unos minutos después––, usted sabe que<br />
Henry es un proyectista tan capacitado, que no le será posible remover<br />
nada en Thornton Lacey sin aceptar su ayuda. ¡Piense tan sólo en lo útil<br />
que fue en Sotherton! Bástele recordar las grandes cosas que allí se<br />
hicieron gracias a aquella visita en que todos le acompañamos, un cálido<br />
día de agosto, para recorrer los terrenos y ver cómo se alumbraba su<br />
genio. Allí fuimos, nos volvimos a casa... ¡y no es para dicho lo que allí se<br />
hizo!<br />
Los ojos de Fanny se habían vuelto hacia Crawford por un instante, con<br />
expresión más que grave, hasta de reproche; pero al tropezar con su<br />
mirada, los retiró al instante. Con cierta intención, agitó él la cabeza<br />
mirando a su hermana y replicó, riendo:<br />
––No puedo decir que se hiciera gran cosa en Sotherton; pero el día fue<br />
caluroso, y todos nos dedicamos a pasear, unos en pos de otros,<br />
desorientados ––tan pronto como pudo ampararse en el murmullo<br />
general, añadió en voz baja, hablando tan sólo a Fanny––: Sentiría que<br />
mis facultades de proyectista se juzgaran por lo de aquel día en<br />
Sotherton. Ahora veo las cosas de un modo muy distinto. No piense<br />
usted en mí según lo que podía parecer entonces.<br />
Sotherton era palabra para atraer la atención de tía Norris, y como<br />
precisamente disfrutaba en aquel instante de la pausa feliz que le brindó<br />
el haber asegurado una baza entre sir Thomas, que llevaba el juego, y<br />
ella, contra los dificiles contrincantes que eran el doctor Grant y su<br />
esposa, exclamó de muy buen humor:<br />
––¡Sotherton! Vaya, aquello sí que es una finca preciosa, y pasamos allí<br />
un magnífico día. William, la verdad es que no tienes buena suerte; pero<br />
la próxima vez que vengas espero que mis queridos Mr. y Mrs Rushworth<br />
estarán en su casa, y con seguridad puedo responder de que te recibirán<br />
los dos con gran simpatía. Tus primos no son de los que olvidan a sus<br />
parientes, y Mr. Rushworth es un hombre en extremo amable. Ahora se<br />
encuentran en Brighton, ¿sabes?, en una de las mejores casas de allí,<br />
como se lo permite la estupenda fortuna de Mr. Rushworth. No sé<br />
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