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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
202<br />
Al pasar los reunidos al salón de baile, Fanny se encontró por primera<br />
vez junto a miss Crawford, cuyos ojos y sonrisas se dirigieron más<br />
inmediata e inequívocamente que los de su hermano a la gargantilla, y<br />
que empezaba a referirse al tema cuando Fanny, deseando abreviar, se<br />
apresuró a darle una explicación sobre la gargantilla número dos... la<br />
auténtica cadenilla. Miss Crawford escuchaba, y todos los cumplidos e<br />
insinuaciones que pensaba hacerle quedaron olvidados. Sólo una<br />
impresión la dominaba. Y demostrando que sus ojos, a pesar del brillo<br />
que tenían unos momentos antes, podían brillar aun con más fulgor,<br />
exclamó con vehemente satisfacción:<br />
––¿Esto hizo... esto hizo Edmund? Esto refleja exactamente su carácter.<br />
A nadie se le hubiera ocurrido. ¡No encuentro palabras para alabarlo!<br />
Y miró en derredor, como impaciente por decírselo a él. Pero no estaba<br />
cerca; en aquel momento acompañaba a unas señoras fuera del salón; y<br />
como llegara la señora Grant y las cogiese del brazo, llevando una a cada<br />
lado, siguieron al resto de la concurrencia.<br />
Fanny tenía el corazón oprimido, pero no había ocasión para ocuparse<br />
largo rato.... ni siquiera de los sentimientos de miss Crawford. Se<br />
hallaban en el salón de baile, sonaban los violines y en su ánimo había<br />
una inquietud que le impedía concentrar sus pensamientos en cosas<br />
serias. Tenía que estar pendiente de los preparativos generales y fijarse<br />
en cómo había que hacer las cosas.<br />
A los pocos minutos se le acercó sir Thomas y le preguntó si tenía el<br />
baile comprometido.<br />
––Sí, tío, con Mr. Crawford ––dijo Fanny.<br />
Ésta era exactamente la contestación que él deseaba escuchar. Mr.<br />
Crawford no se hallaba lejos; sir Thomas lo condujo hasta ella, al tiempo<br />
que le decía algo que reveló a Fanny que era ella quien debía encabezar y<br />
abrir el baile... Una idea que jamás se le había ocurrido. Siempre, al<br />
pensar en las minucias del baile, había dado por descontado que<br />
Edmund lo abriria con miss Crawford; y su impresión fue tan fuerte, que<br />
a pesar de que su tío decía lo contrario, no pudo evitar una exclamación<br />
de sorpresa, una insinuación sobre su incapacidad, hasta un ruego de<br />
que la relevasen del compromiso. Que llegara a argumentar en contra de<br />
la opinión de sir Thomas era prueba de lo extremo del caso; pero fue tal<br />
su horror, a la primera insinuación, que hasta pudo mirarle al rostro y<br />
expresarle su esperanza de que podría arreglarse de otro modo. En vano,<br />
no obstante. Sir Thomas sonrió, trató de animarla y luego dijo con<br />
suficiente decisión y poniéndose demasiado serio para que ella se<br />
atreviera a aventurar otra palabra:<br />
––Tiene que ser así, querida.<br />
Y al instante se vio conducida por Mr. Crawford al extremo del salón,<br />
donde aguardaron a que se le juntaran las demás parejas, una tras otra,<br />
a medida que se formasen.<br />
Apenas podía creerlo. ¡Ella colocada a la cabeza de tantas damiselas<br />
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