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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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––Y si llegara a llover, cosa que me parece más que probable, pues en<br />
mi vida vi un tiempo que amenazara lluvia para la tarde de un modo tan<br />
inequívoco, deberás arreglarte lo mejor que puedas, sin esperar que<br />
manden el coche por ti. Lo cierto es que yo no vuelvo a casa esta noche y,<br />
por lo tanto, el coche no saldrá por mi causa; así es que debes prevenirte<br />
por lo que pudiera ocurrir, y llevarte lo necesario para el caso.<br />
Su sobrina consideró que era perfectamente razonable. Tasaba su<br />
derecho a gozar de comodidades tan por bajo como pudiera hacerlo tía<br />
Norris; y cuando, al cabo de un momento, sir Thomas dijo al tiempo que<br />
abría la puerta:<br />
––Fanny, ¿a qué hora quieres que pase a recogerte el coche? ––quedó<br />
hasta tal punto asombrada, que le fue imposible pronunciar una<br />
palabra.<br />
––¡Querido Thomas! ––exclamó tía Norris, roja de ira––. Fanny puede<br />
andar.<br />
––¡Andar! ––repitió sir Thomas, con la más inconfundible dignidad y<br />
adentrándose más en la habitación––. ¡Mi sobrina acudir a pie a una<br />
invitación, en esta época del año...! ¿Te conviene a las cuatro y veinte?<br />
––Sí, tío ––contestó humildemente Fanny, sintiéndose casi tan culpable<br />
como un criminal ante tía Norris; y no pudiendo soportar la violencia de<br />
permanecer junto a ella en lo que podía parecer una situación triunfante,<br />
salió de la habitación siguiendo a su tío, retardándose sólo lo suficiente<br />
para oír estas palabras, pronunciadas con airada agitación:<br />
––¡Completamente innecesario!... ¡Excesivamente amable! Aunque también<br />
va Edmund... Sí, claro, es por él. Recuerdo que estaba afónico el<br />
martes por la noche.<br />
Pero esto no pudo engañar a Fanny. Se daba cuenta de que el coche se<br />
disponía para ella, sólo para ella; y la atención de su tío, a seguido de las<br />
tendenciosas consideraciones de su tía, le costó unas lágrimas de<br />
gratitud en cuanto estuvo sola.<br />
El coche llegó al minuto de la hora fijada; al cabo de otro minuto bajó el<br />
caballero; y como la dama, en su escrupuloso temor de retrasarse,<br />
llevaba ya bastantes minutos sentada, aguardando, en el salón, sir<br />
Thomas pudo verles salir con toda la puntualidad que sus correctos<br />
hábitos requerían.<br />
––Ahora deja que te mire, Fanny ––dijo Edmund, con la amable sonrisa<br />
de un hermano cariñoso––, y te diga lo mucho que me gustas; realmente,<br />
por lo que puedo juzgar con esta luz, estás muy linda. ¿Qué te has<br />
puesto?<br />
––El vestido nuevo que tu padre tuvo la bondad de regalarme para la<br />
boda de María. Espero que no vista demasiado; pero pensé que debía<br />
ponérmelo en cuanto pudiera, y que tal vez no se me presentará otra<br />
ocasión en todo el invierno. Quisiera que no me consideraras demasiado<br />
engalanada.<br />
––Una mujer nunca resulta demasiado engalanada si viste toda de<br />
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