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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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buscarle. No nos será desdeñable su ayuda cuando todo se descubra.<br />

Y al teatro se dirigió, a donde llegó justamente a tiempo de presenciar el<br />

primer encuentro entre su padre y su amigo. A sir Thomas no le había<br />

causado poca sorpresa encontrar su habitación iluminada por buen<br />

número de candelas y un general ambiente de desorden en la colocación<br />

de sus muebles. Le llamó especialmente la atención el no ver la librería<br />

ante la puerta del salón de billar, pero apenas había tenido tiempo de<br />

asombrarse por todo ello cuando a su oído llegaron unos ruidos<br />

procedentes del propio salón de billar, que le asombraron todavía más.<br />

Alguien estaba hablando allí en voz muy alta... una voz desconocida para<br />

él... y más que hablando, estaba vociferando. Se dirigió hacia la puerta,<br />

felicitándose en aquel momento de que fuera practicable al no existir el<br />

obstáculo de la librería; la abrió y se encontró en el escenario de un<br />

teatro, ante un joven que estaba declamando a gritos y que parecía<br />

empeñado en rechazarle con su furiosos movimientos de brazos. En el<br />

preciso instante en que Yates descubrió a sir Thomas, mientras soltaba<br />

su ímpetu declamatorio, acaso el mejor arranque que había tenido en el<br />

curso de todos los ensayos, Tom Bertram entró por el otro extremo de la<br />

habitación y se vio en apuros para contener su risa. El aspecto solemne y<br />

lleno de perplejidad de su padre al hacer su primera aparición en un<br />

escenario, y la metamorfosis gradual que fue convirtiendo al arrebatado<br />

barón de Wildenheim en el educado y sencillo Mr. Yates, que se inclinó y<br />

presentó sus excusas a sir Thomas Bertram, fue una exhibición tan<br />

única, una escena tan llena de realismo y autenticidad como para no<br />

dejársela perder por nada del mundo. Seria la última... lo más probable<br />

era que fuese la última escena representada en aquel escenario; pero él<br />

estaba seguro que no hubiera podido darse otra más espectacular. La<br />

sala cerraba sus puertas con la mayor brillantez.<br />

No había tiempo, sin embargo, para solazarse con imágenes divertidas.<br />

También él tuvo que adelantarse hasta el escenario y hacer la<br />

presentación; cosa que llevó a cabo no poco entorpecido por una fuerte<br />

sensación de embarazo. Sir Thomas acogió a Mr. Yates con toda la<br />

apariencia de cordialidad propia del señor de la casa, pero, en realidad,<br />

estaba tan lejos de sentirse complacido por el compromiso de aquella<br />

amistad como por el comienzo que había tenido. La familia y las<br />

relaciones de Mr. Yates le eran suficientemente conocidas para que, al<br />

serle presentado éste como el «amigo predilecto» ––otro de los cien amigos<br />

predilectos de su hijo––, no hubiera de considerarlo algo en extremo<br />

desagradable; y era necesaria toda la felicidad de hallarse otra vez en<br />

casa, y todo el ánimo tolerante que esta circunstancia podía favorecer,<br />

para que de sir Thomas no se apoderase la cólera al verse de aquel modo<br />

confundido en su propio hogar, mezclado en una ridícula exhibición en<br />

medio de un absurdo aparato teatral y obligado, en momento tan<br />

inoportuno, a admitir la amistad de un jovenzuelo que sin duda alguna<br />

merecía su reprobación, y cuya despreocupación y verbosidad en el<br />

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