You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
134<br />
buscarle. No nos será desdeñable su ayuda cuando todo se descubra.<br />
Y al teatro se dirigió, a donde llegó justamente a tiempo de presenciar el<br />
primer encuentro entre su padre y su amigo. A sir Thomas no le había<br />
causado poca sorpresa encontrar su habitación iluminada por buen<br />
número de candelas y un general ambiente de desorden en la colocación<br />
de sus muebles. Le llamó especialmente la atención el no ver la librería<br />
ante la puerta del salón de billar, pero apenas había tenido tiempo de<br />
asombrarse por todo ello cuando a su oído llegaron unos ruidos<br />
procedentes del propio salón de billar, que le asombraron todavía más.<br />
Alguien estaba hablando allí en voz muy alta... una voz desconocida para<br />
él... y más que hablando, estaba vociferando. Se dirigió hacia la puerta,<br />
felicitándose en aquel momento de que fuera practicable al no existir el<br />
obstáculo de la librería; la abrió y se encontró en el escenario de un<br />
teatro, ante un joven que estaba declamando a gritos y que parecía<br />
empeñado en rechazarle con su furiosos movimientos de brazos. En el<br />
preciso instante en que Yates descubrió a sir Thomas, mientras soltaba<br />
su ímpetu declamatorio, acaso el mejor arranque que había tenido en el<br />
curso de todos los ensayos, Tom Bertram entró por el otro extremo de la<br />
habitación y se vio en apuros para contener su risa. El aspecto solemne y<br />
lleno de perplejidad de su padre al hacer su primera aparición en un<br />
escenario, y la metamorfosis gradual que fue convirtiendo al arrebatado<br />
barón de Wildenheim en el educado y sencillo Mr. Yates, que se inclinó y<br />
presentó sus excusas a sir Thomas Bertram, fue una exhibición tan<br />
única, una escena tan llena de realismo y autenticidad como para no<br />
dejársela perder por nada del mundo. Seria la última... lo más probable<br />
era que fuese la última escena representada en aquel escenario; pero él<br />
estaba seguro que no hubiera podido darse otra más espectacular. La<br />
sala cerraba sus puertas con la mayor brillantez.<br />
No había tiempo, sin embargo, para solazarse con imágenes divertidas.<br />
También él tuvo que adelantarse hasta el escenario y hacer la<br />
presentación; cosa que llevó a cabo no poco entorpecido por una fuerte<br />
sensación de embarazo. Sir Thomas acogió a Mr. Yates con toda la<br />
apariencia de cordialidad propia del señor de la casa, pero, en realidad,<br />
estaba tan lejos de sentirse complacido por el compromiso de aquella<br />
amistad como por el comienzo que había tenido. La familia y las<br />
relaciones de Mr. Yates le eran suficientemente conocidas para que, al<br />
serle presentado éste como el «amigo predilecto» ––otro de los cien amigos<br />
predilectos de su hijo––, no hubiera de considerarlo algo en extremo<br />
desagradable; y era necesaria toda la felicidad de hallarse otra vez en<br />
casa, y todo el ánimo tolerante que esta circunstancia podía favorecer,<br />
para que de sir Thomas no se apoderase la cólera al verse de aquel modo<br />
confundido en su propio hogar, mezclado en una ridícula exhibición en<br />
medio de un absurdo aparato teatral y obligado, en momento tan<br />
inoportuno, a admitir la amistad de un jovenzuelo que sin duda alguna<br />
merecía su reprobación, y cuya despreocupación y verbosidad en el<br />
134