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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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mundo.<br />
Y más dijo y rió sin prevención, como para recabar la atención de Mr.<br />
Rushworth y su madre en tomo al tema, dando ocasión a que él<br />
susurrara sus galanteos al oído de su amada, y la señora Rushworth<br />
dijese, con dignidad y sonrisa apropiadas, que sería para ella el suceso<br />
más feliz cuando tuviese lugar.<br />
––¡Si Edmund ya estuviera ordenado! ––exclamó Julia; y, corriendo<br />
hacia donde él se encontraba con miss Crawford y Fanny, añadió––:<br />
Querido Edmund, si ya hubieses sido ordenado podría efectuarse la<br />
ceremonia ahora mismo. ¡Qué desgracia que todavía no lo estés! Mr.<br />
Rushworth y María están dispuestos.<br />
El rostro de Mary Crawford, mientras Julia hablaba, hubiera divertido a<br />
cualquier observador desinteresado. Parecía casi horrorizada ante la<br />
noticia que acababa de recibir, Fanny la compadeció; por su mente cruzó<br />
esta reflexión: «¡Qué mal le sabrá haber dicho lo de hace un momento!»<br />
––¡Ordenarse! ––exclamó miss Crawford––. ¿De modo que va usted a ser<br />
sacerdote?<br />
––Sí; voy a ordenarme poco después del regreso de mi padre. Probablemente<br />
por Navidad.<br />
Miss Crawford, rehaciendo su ánimo y recobrando su temple, tan sólo<br />
replicó:<br />
––De haberlo sabido antes, hubiese hablado del clero con más respeto –<br />
–y cambió de tema.<br />
Poco después abandonaron todos la capilla, dejándola sumida en la paz<br />
y el silencio que reinaban en ella, con pocas interrupciones, en el curso<br />
de todo el año. María Bertram, disgustada con su hermana, fue la<br />
primera en salir; y todos parecían sentir que habían permanecido ya allí<br />
bastante tiempo.<br />
Habían visitado toda la planta de la casa, y la señora Rushworth,<br />
incansable en sus funciones, los hubiera llevado al piso principal<br />
dispuesta a mostrarles todas sus habitaciones, si su hijo no se hubiese<br />
interpuesto con la duda de que les quedase tiempo suficiente.<br />
––Ya que ––dijo, incurriendo en esa especie de argumentación<br />
redundante que otros muchos cerebros más preclaros no siempre<br />
consiguen eludir––, si alargamos demasiado el recorrido por el interior de<br />
la casa, luego no nos quedará tiempo para lo que tenemos que hacer<br />
fuera. Son más de las dos, y hay que cenar a las cinco.<br />
La señora Rushworth se sometió. La cuestión de proceder al examen de<br />
los terrenos, con quién y en qué forma, parecía que iba a debatirse en<br />
agitada sesión, y la señora Norris empezaba a disponer la combinación<br />
de carruajes y caballos más factible, cuando la gente joven, al<br />
encontrarse ante una puerta tentadora abierta a un tramo de escalera<br />
que conducía inmediatamente al césped y a los arbustos y a todas las<br />
delicias de un jardín de recreo, como obedeciendo a un mismo impulso, a<br />
un mismo anhelo de aire y libertad, se deslizó por ella al exterior.<br />
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