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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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encontrarla. Ella le habría sujetado; ella le hubiera hecho feliz para<br />

siempre». Fanny amadísima, espero que te cause más placer que dolor<br />

esta mirada retrospectiva a lo que pudo haber sido... pero que ya jamás<br />

podrá ser. ¿No deseas que me calle? Si lo deseas, dímelo con una<br />

palabra, con una mirada, y habré terminado.<br />

No hubo palabra ni mirada.<br />

––¡Alabado sea Dios! ––suspiró Edmund––. Todos deseábamos<br />

averiguarlo, pero parece haber sido un misericordioso designio de la<br />

Providencia que el corazón que nunca conoció el engaño no tenga que<br />

sufrir. Mary habló de ti con gran elogio y cálido afecto; sin embargo, aún<br />

en esto hubo un resabio... un rasgo de concesión al mal. Pues en medio<br />

de sus encomios, se atrevió a exclamar: «¿Por qué no había de aceptarle?<br />

Ella tiene toda la culpa. ¡La muy boba! Nunca se lo perdonaré. Si le<br />

hubiera aceptado, como debía, ahora estarian a punto de casarse, y<br />

Henry sería demasiado feliz y estaría demasiado atareado para desear<br />

otras cosas. No se hubiera tomado la molestia de ponerse nuevamente en<br />

tratos con la joven señora Rushworth. Todo hubiera terminado en un<br />

flirteo normal, estancado, en encuentros anuales en Sotherton y en<br />

Everingham». ¿Hubieras tú podido creer esto de ella? Pero el encanto<br />

está roto. He abierto los ojos.<br />

––¡Es cruel! ––dijo Fanny––. ¡Muy cruel! ¡En tales momentos permitirse<br />

bromear, hablar con ligereza! ¡Y contigo! ¡Es una perfecta crueldad!<br />

––¿Crueldad, dices? En esto discrepamos. No, su naturaleza no es<br />

cruel. No considero que se propusiera herir mis sentimientos. El mal<br />

yace más adentro..., en su total ignorancia, en no tener siquiera<br />

sospecha de tales sentimientos, en una perversión de la mentalidad que<br />

hace que para ella sea natural tratar el caso como lo hizo. Habló, ni más<br />

ni menos, como de costumbre ha oído siempre hablar a los otros, como<br />

se imagina que hablaría cualquiera. Sus defectos no son de fondo. Ella<br />

no querría por gusto afligir a nadie innecesariamente; y aunque acaso<br />

me engañe, no puedo menos que pensar que, por mí, por mis<br />

sentimientos, ella hubiera... Sus defectos hay que achacarlos a falta de<br />

principios, Fanny; a un embotamiento de la sensibilidad y a una mente<br />

corrompida, inficionada. Tal vez sea mejor para mí, ya que poco puedo<br />

lamentar el haberla perdido. No es así, empero. Con gusto me sometería<br />

al dolor más completo que pudiera representar su pérdida, antes de<br />

tener que pensar de ella como pienso. Así se lo dije. ––¿Se lo dijiste?<br />

––Sí, esto fue lo que le dije al marcharme.<br />

––¿Cuánto tiempo estuvisteis hablando?<br />

––Veinticinco minutos. Sí, ella dijo a continuación que todo lo que<br />

ahora se podía hacer era arreglar un casamiento entre los dos. Hablaba<br />

de ello, Fanny, con una voz más firme de la que a mí me puede salir.<br />

Edmund se vio obligado a interrumpirse más de una vez en el curso de<br />

su relato.<br />

«Debemos convencer a Henry para que se case con ella», me dijo; «cosa<br />

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