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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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birlocho. Como todos estaban dispuestos, sólo faltaba que la señora<br />

Grant se apease y los demás ocuparan sus puestos. El asiento de los<br />

asientos, la plaza envidiada, el puesto de honor, estaba aún por<br />

adjudicar. ¿A quién caería en suerte? Mientras las hermanas Bertram,<br />

cada una por su lado, estaban meditando cómo mejor asegurárselo,<br />

dando la sensación de que lo cedían a los demás, la señora Grant se<br />

encargó de resolver la cuestión diciendo, al tiempo que se apeaba del<br />

coche:<br />

––Como ustedes son cinco, mejor será que una se siente al lado de<br />

Henry; y como usted, Julia, dijo no hace mucho que le gustaría saber<br />

conducir, creo que se le presenta una buena oportunidad para tomar<br />

una lección.<br />

¡Julia dichosa! ¡Desdichada María! La primera subió al pescante del<br />

birlocho sin pensarlo más, la segunda ocupó un sitio en el interior, triste<br />

y mortificada; y el coche arrancó entre las despedidas de las dos señoras<br />

que se quedaban y los ladridos del faldero en los brazos de su ama.<br />

El camino discurría por un delicioso paisaje; y Fanny, que nunca se<br />

había distanciado mucho en sus paseos a caballo, no tardó en descubrir<br />

horizontes ignorados por ella, sintiéndose feliz al observar todo lo nuevo<br />

y admirar todo lo bello. No se la invitaba con frecuencia a participar en la<br />

conversación general, ni ella lo deseaba. Sus propios pensamientos y<br />

reflexiones solían ser sus mejores compañeros; y observando el aspecto<br />

de la campiña, la orientación de los caminos, las variaciones del terreno,<br />

el estado de las cosechas, las cabañas, los rebaños, los chiquillos, halló<br />

un entretenimiento que sólo hubiera podido sublimarse teniendo al lado<br />

a Edmund para hablarle de las sensaciones que experimentaba. Éste era<br />

el único punto de coincidencia entre ella y la damisela que iba sentada a<br />

su lado; aparte la estimación que profesaba a Edmund, miss Crawford<br />

era en todo muy distinta a ella. Mary no tenía nada de la delicadeza de<br />

gustos, de espíritu, de sentimientos, que poseía Fanny; veía la<br />

naturaleza, la inanimada natura, sin observarla apenas; su atención se<br />

concentraba toda en los hombres y las mujeres, su inteligencia captaba<br />

sólo lo superficial y animado. Pero en cuanto a ocuparse de Edmund,<br />

tratando de descubrirle cuando dejaban atrás una recta en la carretera,<br />

o cuando él los adelantaba en el ascenso a alguna loma de respetable<br />

altura, iban las dos muy unidas, y algún que otro «¡ahí está!» se les<br />

escapó a ambas simultáneamente más de una vez.<br />

Durante las siete primeras millas, el viaje tuvo muy poco aliciente para<br />

María Bertram; su mirada siempre iba a dar con el espectáculo de Henry<br />

Crawford y su hermana Julia, sentados uno al lado de la otra en el<br />

pescante, conversando animadamente y divirtiéndose de lo lindo; y el<br />

solo hecho de ver el expresivo perfil de Henry cuando se daba vuelta para<br />

sonreír a Julia, o de oír las risas que ésta soltaba de vez en cuando, era<br />

para ella un motivo constante de irritación que su sentido de lo correcto<br />

apenas conseguía disimular. Cuando Julia se daba vuelta, era con una<br />

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