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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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pedirle nada irrazonable. ¿Cuántas veces no hago yo el mismo recorrido<br />
hasta tres veces al día, mañana y tarde... sí, haga el tiempo que haga?...<br />
¡Y no me quejo por eso!<br />
––¡Ojalá tuviera Fanny la mitad de tus fuerzas, tía!<br />
––Si Fanny hiciera sus ejercicios fisicos con más regularidad, no se<br />
rendiría tan pronto. No ha salido a caballo desde no sé cuántos días, y<br />
estoy convencida de que cuando no monta le conviene pasear. De haber<br />
salido antes con el caballo, yo no le hubiera dado el encargo. Pero creí<br />
que incluso le haría bien después de haber estado tanto rato con la<br />
cabeza inclinada sobre las rosas, tomando el sol; pues nada hay tan<br />
refrescante como un paseo después de una fatiga de esta clase, y,<br />
aunque el sol era fuerte, no hacía un calor exagerado. Entre nosotros,<br />
Edmund ––terminó, indicando con un movimiento de cabeza a su madre–<br />
–, fue el cortar las rosas y vaguear al sol entre las flores lo que le hizo<br />
daño.<br />
––Me temo que esto fue, en efecto ––dijo lady Bertram, mucho más<br />
cándida que su hermana y que casualmente oyó algo de lo que ésta<br />
acababa de manifestar––. Mucho me temo que fue allí donde cogió el<br />
dolor de cabeza, pues hacía un calor como para matar a cualquiera. No<br />
sé cómo pude soportarlo. Estarme allí sentada, y llamar a Pug, y vigilar<br />
que no se metiera en los macizos de flores, fue casi demasiado para mí.<br />
Edmund no dijo más a las dos señoras. Se dirigió con paso lento a otra<br />
mesa, en la que estaba aún la bandeja de la cena, llenó un vaso de<br />
Madeira para Fanny y la obligó a bebérselo casi entero. Ella hubiera<br />
querido ser capaz de rehusarlo; pero las lágrimas, que asomaron a sus<br />
ojos impulsadas por diversos y encontrados sentimientos, hicieron que le<br />
fuera más fácil engullir que hablar.<br />
A pesar de lo enojado que Edmund estaba con su madre y su tía, más<br />
lo estaba aún consigo mismo. Su propio olvido de ella era peor que todo<br />
cuanto las dos habían hecho. Nada de esto hubiera ocurrido de haberle<br />
guardado la debida consideración; pero se la había dejado cuatro días<br />
seguidos sin opción al ejercicio ni al trato con amigos y sin excusa<br />
alguna para eludir cualquier insensatez que pudieran encargarle sus<br />
tías. Se avergonzó al pensar que durante cuatro días se había visto<br />
imposibilitada de montar y se hizo la firme promesa, por mucho que le<br />
contrariase privar de un placer a miss Crawford, de no permitir que<br />
aquello volviese a ocurrir nunca más.<br />
Fanny fue a acostarse con el corazón tan repleto de emociones como en<br />
la noche de su llegada a <strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong>. Su estado de ánimo había sin<br />
duda influido en su indisposición; pues durante los últimos días se había<br />
sentido abandonada y había estado luchando contra todo sentimiento de<br />
disgusto y envidia. Al recostarse en el sofá., en el que se había refugiado<br />
con el deseo de pasar inadvertida, el dolor de su alma superaba en<br />
mucho al de su cabeza; y el súbito cambio que en el estado de su espíritu<br />
habían producido las atenciones de Edmund hizo que casi no supiera<br />
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