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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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CAPÍTULO XII<br />
El regreso de sir Thomas estaba anunciado para noviembre, y antes<br />
tenía que volver su primogénito para atender a las obligaciones que le<br />
reclamaban en <strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong>. Al aproximarse septiembre llegaron<br />
noticias de Tom Bertram: primero, por una carta que escribió al<br />
guardabosque y, después, por otra que mandó a Edmund. Y a fines de<br />
agosto llegó él, para mostrarse de nuevo alegre, simpático y galante si se<br />
presentaba la ocasión o miss Crawford lo requería; para hablar de<br />
carreras y de Weymouth, de reuniones y amigos... temas que hubieran<br />
suscitado en ella algún interés unas semanas antes, pero que ahora<br />
sirvieron, en total, para dejarla plenamente convencida, por la fuerza de<br />
una efectiva comparación, de que prefería al hermano menor.<br />
Era muy lamentable, y ella lo sintió mucho, pero era así; y estaba ahora<br />
tan lejos de pensar en casarse con el primogénito, que ni siquiera se<br />
proponía desarrollar ante él atractivo alguno, excepto los que los más<br />
elementales derechos de una belleza consciente exigen. Tom, con su<br />
prolongada ausencia de <strong>Mansfield</strong>, sin más objetivo que el placer ni más<br />
consejero que su libre albedrío, había demostrado a las claras que no se<br />
interesaba por ella; y la indiferencia de Mary superaba a la de él hasta tal<br />
punto que, aunque Tom se hubiera convertido de pronto en el señor de<br />
<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong>, en todo el sir Thomas que un día habría de ser, ella no<br />
creía que hubiese podido aceptarle.<br />
El inicio de la temporada y las obligaciones que reintegraron a Tom a<br />
<strong>Mansfield</strong> se llevaron a Henry Crawford a Norfolk. Everingham no podía<br />
pasar sin él a principios de septiembre. Se marchó para una quincena...<br />
una quincena tan insípida para las hermanas Bertram, que hubiera<br />
debido bastar para que ambas se pusieran en guardia y para que Julia,<br />
celosa como estaba de su hermana, reconociera la absoluta necesidad de<br />
no fiar en las atenciones del galán y deseara que no volviese más por allí;<br />
y una quincena que brindó al caballero ocasión bastante, durante las<br />
muchas horas de ocio que mediaban entre las dedicadas al sueño y a la<br />
caza, para que pensara en la conveniencia de permanecer más tiempo<br />
alejado, lo que sin duda hubiera hecho, de estar más habituado a<br />
examinar sus propias intenciones y a reflexionar sobre las posibles<br />
consecuencias de su estúpida vanidad; pero, irreflexivo e indiferente ante<br />
los perjuicios y el mal ejemplo, no quería ver más allá del momento<br />
presente. Las Bertram, bonitas, inteligentes e incitantes, eran una<br />
diversión para su espíritu saciado; y, al no encontrar en Norfolk nada<br />
que igualase el alicientes social de <strong>Mansfield</strong>, allí volvió alegremente y sin<br />
retraso sobre la fecha señalada, viéndose acogido no menos alegremente<br />
por las mismas de las que se proponía seguir burlándose.<br />
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