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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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algún respetable autor que en charlar con un vocabulario de cosecha<br />
propia. No tengo temores ni aprensión. Y, en cuanto a lo de que nuestro<br />
padre está ausente, es algo que está tan lejos de representar un<br />
obstáculo que casi lo considero un motivo; pues la impaciencia por su<br />
retomo tiene que constituir para nuestra madre un período de intensa<br />
ansiedad. Y, si nosotros podemos ser el medio que sirva de distracción a<br />
su inquietud y conseguimos sostener su ánimo durante las pocas<br />
semanas que faltan, creo que habremos empleado muy buen el tiempo, y<br />
sin duda papá lo creerá así también. No olvidemos que para ella es éste<br />
un período de intensa ansiedad.<br />
Al decir esto, los dos miraron a su madre. Lady Bertram, hundida en el<br />
sofá, cual auténtica representación de la salud, el bienestar, la<br />
comodidad y la tranquilidad, estaba precisamente sumiéndose en un<br />
dulce sopor, mientras Fanny iba solventando las escasas dificultades de<br />
su labor, para ella.<br />
Edmund sonrió y meneó la cabeza.<br />
––¡Por Júpiter! ¡Esto sí que es un fracaso! ––exclamó Tom dejándose<br />
caer en una butaca, al tiempo que soltaba una franca carcajada––. Vaya,<br />
madrecita querida, lo que es tu ansiedad... en esto me colé.<br />
––¿Qué te pasa? ––inquirió lady Bertram, con la torpe pronunciación de<br />
una persona soñolienta––. No estaba durmiendo.<br />
––¡No, mamá, por Dios! Nadie sospechó tal cosa. Bueno, Edmund ––<br />
prosiguió, volviendo al tema, la postura y la entonación anteriores, tan<br />
pronto como lady Bertram empezó de nuevo a dar cabezadas––; pero eso<br />
estoy dispuesto a mantenerlo... puesto que no es ningún mal.<br />
––No puedo estar de acuerdo contigo. Tengo el pleno convencimiento de<br />
que nuestro padre lo desaprobaría rotundamente.<br />
––Y yo estoy convencido de lo contrario. A nadie le satisface más que a<br />
nuestro padre que se ejerciten las facultades de los jóvenes, no hay quien<br />
tanto procure fomentarlas; y por cuanto se relaciona con la buena<br />
dicción, la entonación y los gestos declamatorios, creo que siente una<br />
verdadera pasión. No dudo de que la alentaba en nosotros, cuando<br />
chiquillos. ¡Cuántas veces nos hizo recitar versos sobre el cadáver de<br />
julio Cesar y «ser o no sen», en esta misma sala, para su diversión! Y ten<br />
muy presente que he recitado «Mi nombre era Norval» todas las noches<br />
de mi vida, a partir de unas vacaciones de Navidad.<br />
Aquello era muy distinto. Debes darte cuenta de la diferencia. Nuestro<br />
padre quería que nosotros, como escolares, supiéramos hablar y<br />
pronunciar correctamente, pero nunca pudo desear que sus hijas ya<br />
mayores hicieran teatro. Su sentido del decoro es estricto.<br />
––Todo esto ya lo sé ––replicó Tom, malhumorado––. Conozco a papá<br />
tan bien como tú; y ya cuidaré yo de que sus hijas no hagan nada que<br />
pueda disgustarle. Ocúpate de tus asuntos, Edmund, que yo ya cuidaré<br />
del resto de la familia.<br />
––Si estás resuelto a hacer función ––dijo el perseverante Edmund––,<br />
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