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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

343<br />

La señora Grant, que había nacido para querer y sentirse querida,<br />

hubo de alejarse con cierta nostalgia del escenario y las personas a que<br />

estaba acostumbrada; pero esa misma disposición feliz tenía que<br />

proporcionarle, en cualquier parte y en cualquier medio de relación<br />

plurales motivos de gozo y esparcimiento; y otra vez tendría una casa que<br />

poder ofrecer a Mary. Mary se había ya cansado bastante de sus amigos,<br />

de vanidades, ambiciones, amor y desengaños en el transcurso del<br />

último medio año, para sentir ahora la necesidad del verdadero cariño<br />

que hallaría en el corazón de su hermana, y de la serena tranquilidad de<br />

sus costumbres. Vivieron juntas; y cuando el doctor Grant fue llevado a<br />

una apoplejía y a la muerte por la implantación de tres comidas<br />

extraordinarias a la semana, ellas continuaron viviendo en común;<br />

porque Mary, aunque perfectamente resuelta a no enamorarse nunca<br />

más de un segundón, tardaba en hallar entre los partidos más<br />

convincentes o entre los vanos presuntos herederos que estaban a las<br />

órdenes de su belleza y de sus veinte mil libras alguno que pudiera<br />

satisfacer el mejor gusto que ella había adquirido en <strong>Mansfield</strong>, alguno<br />

cuyo carácter y hábitos pudieran justificar la esperanza de una felicidad<br />

doméstica como la que allí había aprendido a amar, o que consiguiera<br />

quitarle suficientemente a Edmund de la cabeza.<br />

Edmund la aventajaba mucho a este respecto. No tuvo que esperar y<br />

desear, huérfano de afectos, un objeto digno de substituirla a ella en su<br />

corazón. Apenas dejó de suspirar por Mary Crawford y de expresar a<br />

Fanny lo imposible que era para él volver a encontrar una mujer como<br />

aquélla, empezó ya a preguntarse si un tipo muy distinto de mujer no<br />

podría convenirle tanto, o acaso mucho más; si la propia Fanny no<br />

estaba convirtiéndose en algo tan querido, tan importante para él, en<br />

todas sus sonrisas y en todos sus aspectos, como antes lo fuera Mary<br />

Crawford; y si no habría de ser posible lanzarse a la esperanzada<br />

empresa de persuadirla de que el profundo y fraternal afecto que sentía<br />

por él seria base suficiente sobre la que cimentar su amor de esposa.<br />

A propósito me abstengo de citar fechas en esta ocasión, dejando a<br />

cada cual en libertad de fijarlas a su gusto, convencida de que la cura de<br />

pasiones irremediables y la transferencia de insustituibles amores tienen<br />

que variar mucho, en cuanto a tiempo, según las personas. Unicamente<br />

ruego que todo el mundo crea que exactamente en el momento en que<br />

fue muy natural que así ocurriera, y no una semana antes, Edmund dejó<br />

de pensar en Mary y se sintió tan impaciente por casarse con Fanny<br />

como la propia Fanny pudiera desear.<br />

Con la estimación que, ciertamente, de tanto tiempo le tenía, una<br />

estimación fundada en los más caros merecimientos de la inocencia y el<br />

desamparo, y completada por todos los incentivos de una creciente<br />

perfección, ¿podía haber algo más natural que el cambio en él operado?<br />

Amándola, guiándola, protegiéndola como siempre hiciera desde cuando<br />

ella contaba diez años; habiendo en tan importante proporción<br />

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