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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

72<br />

Mr. Rushworth lamentó no llevar encima la llave; dijo que estuvo muy<br />

cerca de pensar, antes de salir, en si debía cogerla; que estaba resuelto a<br />

no volver jamás por allí sin la llave. Sin embargo, todo esto no resolvía la<br />

dificultad presente. No podían atravesar la verja. Y, como en María no<br />

menguaban los deseos de hacerlo, Mr. Rushworth acabó por manifestar<br />

que estaba dispuesto a ir a buscar la llave y separóse de ellos acto<br />

seguido.<br />

––Indudablemente, es lo mejor que podemos hacer, ahora que nos<br />

hemos alejado tanto de la casa ––dijo Henry, cuando el otro se hubo<br />

marchado.<br />

––Sí, no cabe hacer otra cosa. Pero, sinceramente, ¿no encuentra el<br />

lugar, en su conjunto, peor de lo que esperaba?<br />

––No, por cierto; muy al contrario. Lo encuentro mejor, más grandioso,<br />

más completo en su estilo, aunque acaso este estilo no sea el ideal. Y, si<br />

quiere que le diga la verdad ––añadió, hablando bastante más bajo––, no<br />

creo que jamás vuelva a ver Sotherton con el placer de ahora.<br />

Dificilmente otro verano podrá mejorarlo para mí.<br />

Después de una breve turbación, la damisela replicó:<br />

––Es usted un hombre demasiado mundano para no ver las cosas con<br />

los ojos del mundo. Si los demás creen que Sotherton ha mejorado, usted<br />

también lo considerará así.<br />

––Temo que no soy tan hombre de mundo como me convendría en<br />

algunos casos. Mis sentimientos no son tan deleznables, ni mis<br />

recuerdos del pasado tan fáciles de dominar, como es el caso, según uno<br />

puede ver por ahí, de los hombres de mundo.<br />

Se siguió un corto silencio. Miss Bertram empezó de nuevo:<br />

––Parece que esta mañana se divirtió usted mucho mientras guiaba el<br />

coche. Celebré verle tan entretenido. Usted y Julia no cesaron de reír en<br />

todo el camino.<br />

––¿Nos reíamos? Sí, creo que sí; pero no me acuerdo en absoluto de<br />

qué. ¡Ah!, creo que le estuve contando unas ridículas anécdotas de un<br />

viejo palafrenero irlandés que tiene mi tío. A su hermana le gusta mucho<br />

reír.<br />

––¿Le parece ella más alegre que yo?<br />

––Creo que se la divierte con mayor facilidad ––replicó Henry––, y por<br />

tanto, ¿comprende usted? ––agregó sonriendo––, me parece mejor<br />

compañera. A usted, no me hubiera visto capaz de divertirla con<br />

anécdotas irlandesas durante un recorrido de diez millas.<br />

––Creo que mi carácter, corrientemente, es tan animado como el de<br />

Julia, pero ahora tengo más cosas en qué pensar.<br />

––Sin duda; y, en determinadas circunstancias, un exceso de alegría<br />

denota insensibilidad. Sin embargo, las perspectivas que a usted se le<br />

ofrecen son demasiado halagüeñas para justificar una pérdida de humor.<br />

Se halla usted ante un panorama risueño.<br />

––¿Habla usted en sentido literal o figurado? Deduzco que literal. Sí, en<br />

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