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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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––Echamos de menos a nuestros dos muchachos ––fue el comentario<br />
que hizo sir Thomas, lo mismo el primer día que el segundo, al formarse<br />
el pequeño círculo después de la comida; y en consideración a los ojos<br />
anegados en lágrimas de Fanny, nada más se añadió el primer día,<br />
excepto un brindis a la salud de ambos; pero al día siguiente la cosa se<br />
llevó un poco más lejos. William estaba recomendado y había que esperar<br />
su ascenso. Y hay motivos para suponer ––agregó sir Thomas––, que en<br />
adelante sus visitas serán bastante frecuentes. En cuanto a Edmund,<br />
debemos acostumbramos a prescindir de él. Éste será el último invierno<br />
que nos pertenezca como hasta ahora.<br />
––Sí ––dijo lady Bertram––, pero yo desearía que no se fuera. Pienso que<br />
todos se nos van. Preferiría que se quedaran en casa.<br />
Este deseo se refería principalmente a Julia, que acababa de pedir<br />
permiso para trasladarse a Londres con María; y como sir Thomas<br />
consideró que sería mejor para sus dos hijas conceder el permiso, lady<br />
Bertram, aunque con su buen natural no lo hubiera impedido, se<br />
lamentaba del cambio que ello introducía en el previsto regreso de Julia,<br />
que de otro modo se hubiera efectuado por entonces. A esto siguió una<br />
buena cantidad de argumentos llenos de sentido por parte de sir<br />
Thomas, tendentes a reconciliar a su esposa con lo acordado. Todo lo<br />
que unos padres considerados debieran sentir quedó expuesto para que<br />
ella se lo aplicara; y cuanto una madre amorosa tiene que sentir al<br />
aumentar el goce de sus hijos fue atribuido a su natural. Lady Bertram<br />
mostróse de acuerdo con todo ello con un plácido «sí»; y al cabo de un<br />
cuarto de hora de muda reflexión, observó espontáneamente:<br />
––Thomas, estuve pensando; y me alegro mucho de haber acogido a<br />
Fanny, como hicimos, pues ahora que los otros se ausentaron tocamos<br />
las ventajas.<br />
Sir Thomas mejoró en seguida esta «lisonja», añadiendo:<br />
––Muy cierto. Damos a Fanny una prueba de lo buena chica que la<br />
consideramos alabándola en su presencia. Ahora es muy valiosa su<br />
compañía. Si nosotros pudimos favorecerla a ella, ahora es ella<br />
indispensable para nosotros.<br />
––Sí ––dijo entonces lady Beitiam––, y es un consuelo pensar que ella<br />
no nos dejará nunca.<br />
Sir Thomas hizo una pausa, sonrió a medias, miró a su sobrina, y<br />
después replicó gravemente:<br />
––Espero que no nos dejará nunca... hasta verse solicitada en otra casa<br />
que pueda brindarle, razonablemente, una felicidad mayor que la hallada<br />
aquí.<br />
––Y esto no es muy probable, Thomas. ¿Quién podría invitarla? A María<br />
le gustará mucho, sin duda, tenerla de vez en cuando en Sotherton, pero<br />
no se le ocurrirá pedirle que viva allí; y estoy segura de que aquí está<br />
mejor... y, además, yo no puedo prescindir de ella.<br />
La semana que transcurría tan reposada y apaciblemente en la gran<br />
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