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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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mostrarse tan formal y sosegado como corresponde a un Anhalt, a lo<br />
largo de sus dos extensos parlamentos. «Cuando dos corazones afines se<br />
encuentran en la vida matrimonial, puede llamarse al matrimonio vida<br />
feliz.» Me imagino que, por mucho tiempo que pase, jamás se me borrará<br />
la impresión que guardo de sus miradas y su voz al pronunciar esas<br />
palabras. ¡Fue curioso, muy curioso, que nos correspondiera representar<br />
semejante escena! Si yo tuviera la facultad de poder recordar una sola<br />
semana de mi existencia, sería esa semana, la semana de los ensayos, la<br />
que recordaría. Diga usted lo que quiera, Fanny, habría de ser esa, pues<br />
nunca, en ninguna otra, conocí una felicidad tan exquisita. ¡Ver como<br />
llegaba a doblegarse su firme voluntad! ¡Fue algo tan delicioso que ni se<br />
puede expresar! Pero, ¡ah!, al finalizar aquella tarde se acabó todo. Con<br />
la noche llegó su tío, en mala hora. ¡Pobre sir Thomas! ¿quién tenía<br />
deseos de verte?... Ahora bien, Fanny, no se imagine que me propongo<br />
hablar irrespetuosamente de sir Thomas, aunque es verdad que le odié<br />
por espacio de bastantes semanas. No, ahora le hago justicia. Es<br />
exactamente cual debe ser el jefe de una familia como ésta. Nada, con<br />
toda sinceridad, que ahora creo que les quiero a todos.<br />
Y habiendo dicho esto, con un grado de ternura y convicción como<br />
Fanny nunca había visto en ella, y que ahora le pareció muy decoroso, se<br />
apartó un momento para serenarse.<br />
––Me ha dado un pequeño arrebato al entrar en este cuarto, como<br />
habrá notado ––dijo a continuación, sonriendo con travesura––, pero ya<br />
pasó. De modo que lo mejor será que nos sentemos y charlemos<br />
amigablemente; pues para reñirla, Fanny, que es a lo que vine con<br />
decidida intención, no tengo valor cuando llega el momento ––y<br />
abrazándola efusivamente, añadió––: ¡Mi buena y dulce Fanny! Cuando<br />
pienso que la veo por última vez hasta no sé cuándo, me siento<br />
totalmente incapaz de hacer nada más que quererla.<br />
Fanny se emocionó. No había previsto nada de aquello, y sus<br />
sentimientos raras veces podían resistir la melancólica influencia de la<br />
palabra «última». Se puso a llorar como si quisiera a Mary más de lo que<br />
en realidad podía; y ésta, más suavizada aún al verla tan impresionada,<br />
se apoyó en ella con ternura y dijo:<br />
––Me resulta odioso tener que dejarla. Donde voy, no he de encontrar a<br />
nadie que sea ni la mitad de afectuoso. ¿Quién dice que no seremos<br />
hermanas? Yo sé que lo seremos. Siento que hemos nacido para ser<br />
familia; y estas lágrimas me convencen de que lo siente usted así<br />
también, Fanny.<br />
Fanny salió de su marasmo y, contestando sólo en parte, dijo:<br />
––Pero si usted sólo va de un grupo de amigos a otro. Se instalará en la<br />
casa de una amiga muy íntima.<br />
––Sí, muy cierto, la señora Fraser ha sido mi íntima amiga durante<br />
años. Pero no siento los menores deseos de estar con ella. Sólo puedo<br />
pensar en los amigos que dejo..., en mi excelente hermana, en usted y en<br />
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