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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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esa ausencia de Fanny. También él tuvo que sacrificarse por <strong>Mansfield</strong><br />
<strong>Park</strong>, tanto como su tía. Según lo proyectado debía encontrarse, por<br />
aquellas fechas, camino de Londres; pero no podía dejar a sus padres<br />
precisamente cuando los demás seres que mayor consuelo y alegría<br />
podían darles estaban todos ausentes; y con pesar, sentido pero no<br />
manifestado, aplazó por una o dos semanas el viaje que había preparado<br />
con la esperanza de que fijaría para siempre su felicidad.<br />
Habló de ello a Fanny. Le dijo que sabía tanto ya, que debía saberlo<br />
todo. Fue, en substancia, otro discurso confidencial acerca de miss<br />
Crawford; y a Fanny le dolió tanto más porque se daba cuenta de que era<br />
la última vez que el nombre de miss Crawford se mencionaba entre los<br />
dos con algún resto de libertad. Aun otra vez le hizo Edmund alusión a<br />
ella. Lady Bertram había estado diciendo a su sobrina, a última hora de<br />
la tarde, que le escribiera pronto y a menudo, prometiéndole que ella le<br />
correspondería puntualmente; y Edmund, en el momento oportuno,<br />
añadió en un susurro:<br />
––Y también yo te escribiré, Fanny, cuando tenga algo digno de<br />
contarte..., algo que supongo te gustará saber, y de lo que sin duda no te<br />
gustaría enterarte tan pronto por otro conducto.<br />
Si Fanny hubiese podido dudar del significado de aquellas palabras<br />
mientras le escuchaba, la viva ilusión que observó en su rostro al<br />
levantar la mirada hubiera desvanecido toda duda.<br />
Debía armarse de valor para cuando llegase aquella carta. ¡Que una<br />
carta de Edmund tuviera que ser motivo de terror! Empezó a darse<br />
cuenta de que no había pasado aún por todos los cambios de opinión y<br />
sentimiento que el transcurso del tiempo y la variación de circunstancias<br />
ocasionan en este mundo los cambios. Las vicisitudes del espíritu<br />
humano no se habían agotado todavía en ella.<br />
¡Pobre Fanny! Aun partiendo con gusto e ilusión, sus últimas horas en<br />
<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> tenían que acarrearle infelicidad. Había en su corazón<br />
mucha tristeza al despedirse. Tuvo lágrimas para cada una de las<br />
habitaciones de la casa, y muchas más para cada uno de sus queridos<br />
moradores. No sabía arrancarse del lado de su tía, porque le constaba<br />
que iba a echarla de menos; besó la mano de su tío con mal reprimidos<br />
sollozos, porque le había disgustado; y en cuanto a Edmund, no pudo<br />
ella hablar, ni mirar, ni pensar, cuando a él se dirigió por último; y no<br />
fue hasta después que todo hubo pasado, cuando se dio cuenta de que él<br />
acababa de darle el cariñoso adiós de un hermano.<br />
Todo esto sucedió la noche anterior a la partida, pues el viaje debía<br />
emprenderse muy temprano a la mañana siguiente; y cuando los<br />
integrantes del pequeño círculo familiar, aun disminuido, se reunieron<br />
en tomo a la mesa del desayuno, de William y de Fanny se habló ya como<br />
suponiéndoles al término de la primera etapa.<br />
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