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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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Ahora podía verse a la familia en su aspecto favorable. La naturaleza<br />
les había concedido una cantidad de belleza nada despreciable, y el<br />
domingo se encargaba siempre de vestirles con las galas de sus más<br />
limpias epidermis y sus mejores trajes. El domingo siempre traía este<br />
consuelo a Fanny, y en esta ocasión era mayor que nunca. Su pobre<br />
madre no parecía tan indigna de ser hermana de lady Bertram como era<br />
capaz de parecer. Con frecuencia le oprimía a Fanny el corazón pensar<br />
en el contraste que ofrecían la una respecto de la otra; pensar que donde<br />
la naturaleza había puesto tan poca diferencia, las circunstancias<br />
hubieran puesto tanta, y que su madre, tan hermosa como lady Bertram<br />
y algunos años más joven, tuviera una apariencia mucho más<br />
desgastada y mustia, tan desalentada, tan desaliñada, tan abandonada.<br />
Pero el domingo la convertía en una muy apreciable y tolerable señora<br />
Price, cuando salía a la calle con su bonita colección de criaturas,<br />
dándose un pequeño respiro al cabo de una semana de cuidados, sin<br />
descomponerse más que en el caso de ver a sus niños correr hacia un<br />
peligro o si Rebecca pasaba por su lado con una flor en el sombrero.<br />
En la capilla hubo de dividirse el grupo, pero Mr. Crawford tuvo buen<br />
cuidado en no quedar separado de la fracción femenina; y a la salida<br />
continuó todavía con ellos, agregándose al paseo familiar por la muralla.<br />
La señora Price daba su paseo semanal por la muralla todos los<br />
domingos con buen tiempo, a lo largo de todo el año. Siempre iba allí<br />
directamente una vez terminada la función matinal, para no regresar a<br />
casa hasta la hora de comer. Era su lugar público: allí encontraba a sus<br />
conocidos, se enteraba de algunas noticias, hablaba de las malas que<br />
eran las criadas de Portsmouth y cobraba ánimos para los seis días<br />
siguientes.<br />
Allá se dirigieron, pues, sintiéndose Mr. Crawford muy feliz por<br />
considerarse especialmente encargado de atender a las niñas de Price; y<br />
poco tiempo llevaban paseando cuando, sin que apenas se dieran<br />
cuenta... no hubiesen podido decir cómo... Fanny no podía creerlo, él se<br />
había situado ya entre las dos y había enlazado un brazo de cada una a<br />
los suyos, sin que ella supiera evitarlo o poner término a aquella<br />
situación. Esto la tuvo inquieta durante un rato; no obstante, lo mismo<br />
el día que el espectáculo que se abría a sus ojos, brindaban encantos que<br />
no podían dejar de pesar en su ánimo.<br />
El día era singularmente delicioso. Era marzo en el calendario, pero era<br />
abril la templada atmósfera, la suave y constante brisa, el radiante sol,<br />
que en ocasiones se nublaba por un minuto; y todo aparecía tan<br />
hermoso bajo el influjo de aquel cielo, persiguiéndose los juegos de<br />
sombras proyectadas sobre los barcos de Spithead y más allá, en la isla,<br />
con los matices siempre cambiantes del mar, entonces en su creciente,<br />
danzando jubiloso y quebrándose en la escollera con un rumor tan<br />
grato...; todo ello brindaba a Fanny una combinación de encantos tan<br />
maravillosa, que poco a poco llegó casi a olvidarse de las circunstancias<br />
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