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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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simpático; y como le gustaba viajar con rapidez, al momento se puso a<br />
expresar cuanto su imaginación pudo sugerirle para subrayar su dicha y<br />
satisfacción. Y Fanny, por motivo distinto, se puso contentísima; porque<br />
el plan primitivo era que William partiese de Northampton en el correo a<br />
la noche siguiente, lo que no le hubiera permitido descansar ni una hora<br />
antes de coger el coche de Portsmouth; y aunque este ofrecimiento de<br />
Mr. Crawford le robaba muchas horas de su compañía, era demasiado<br />
feliz con lo de que William se ahorraría las fatigas de tal viaje, para<br />
pensar en nada más. Sir Thomas lo aprobó por otra razón. La<br />
presentación de su sobrino al almirante Crawford podía ser útil. El<br />
almirante tenía influencia, indudablemente. La comunicación fue acogida<br />
con gran alegría. El ánimo de Fanny se alimentó de ella durante media<br />
mañana, contribuyendo en algo al aumento de su alegría el hecho de que<br />
se marchara también el mismo que la había escrito.<br />
En cuanto al baile, ya tan próximo, eran demasiadas las inquietudes,<br />
demasiados los temores que la embargaban, para que sintiera ni la mitad<br />
de la ilusión que hubiera debido sentir, o que debían suponer que sentía<br />
las muchas damiselas que aguardaban el mismo acontecimiento con<br />
mayor tranquilidad, pero sin que pudiera tener para ellas la novedad, el<br />
interés, los motivos de personal satisfacción, en fin, toda una serie de<br />
circunstancias que atribuirían a su caso. Miss Price, conocida sólo de<br />
nombre por la mitad de los invitados, iba a hacer su primera aparición y<br />
tenía que ser mirada como la reina de la fiesta. ¿Quién podía ser más<br />
feliz que miss Price? Pero miss Price no se había formado para el oficio de<br />
presentarse; y de haber sabido bajo qué aspecto era en general<br />
considerado el baile, mucho hubiera disminuido su relativa tranquilidad<br />
y aumentado el temor que ya tenía de hacerlo mal y ser observada. Bailar<br />
sin que se fijaran mucho en ella y sin fatigarse excesivamente, tener<br />
fuerzas y parejas para media velada, bailar un poco con Edmund y no<br />
mucho con Harry, ver divertirse a William y poder mantenerse a<br />
distancia de tía Norris, era el máximo de su ambición y parecía abarcar<br />
sus más amplias posibilidades de felicidad. Como éstas eran sus más<br />
grandes esperanzas, no podían prevalecer en todo momento; y en el<br />
decurso de una larga mañana, empleada casi toda al lado de sus tías,<br />
estuvo a menudo bajo la influencia de presentimientos menos optimistas.<br />
William, decidido a que su último día fuera de diversión completa, había<br />
salido a cazar agachadizas; Edmund se hallaba sin duda en la rectoría<br />
(ella tenía sobrados motivos para suponerlo así); y ella, teniendo que<br />
soportar sola el malhumor de tía Norris (que estaba furiosa porque el<br />
ama de gobierno quería preparar la cena a su antojo) y a la que no podía<br />
eludir como, en cambio, podía el ama de gobierno, acabó por pensar que<br />
todos los males estaban relacionados con el baile; y cuando la mandaron<br />
a que se vistiera con una frase molesta, se dirigió a su alcoba tan<br />
mustiamente, y se sintió tan incapaz de divertirse como si se lo hubieran<br />
prohibido.<br />
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