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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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Hannover Street. Sólo que, en tal ocasión, debería usted mantenerme<br />
separada de su primo Edmund: no me gustan las tentaciones. ¡Qué carta<br />
tan larga! Una palabra más. Veo que Henry tiene cierta intención de<br />
volver a Norfolk para algún asunto que usted aprueba; pero esto no será<br />
posible hasta mediada la próxima semana. Es decir, en todo caso no<br />
podré prescindir de él hasta pasado el día 14, pues damos una fiesta ese<br />
día, por la tarde. El valor de un hombre como Henry en tales ocasiones<br />
es algo que no puede usted concebir; de modo que debe usted fiar en mi<br />
palabra si le digo que es inestimable. Verá a los Rushworth, y confieso<br />
que esto no me disgusta, pues siento alguna curiosidad; y creo que lo<br />
mismo le ocurre a él, aunque no quiere reconocerlo.»<br />
Era ésta una carta para ser devorada con avidez, para ser leída con<br />
detenimiento; para dar mucho pábulo a la reflexión y para dejar en el<br />
ánimo una incertidumbre mayor que nunca. La única certeza que podía<br />
deducirse de ella era que todavía nada decisivo había tenido lugar.<br />
Edmund no había hablado aún. Lo que miss Crawford sentía en realidad;<br />
cómo se proponía obrar, u obraría, sin o contra su propósito; si la<br />
importancia de Edmund para ella era la misma que antes de la última<br />
separación; si, disminuida, era probable que disminuyese más, o bien<br />
que se restableciera... eran motivos de conjeturas sin fin, temas para ser<br />
meditados durante aquel día y muchos días más sin llegar a ninguna<br />
conclusión. La idea que se imponía más a menudo era que Mary,<br />
después de mostrarse más fría y vacilante, a consecuencia de su vuelta a<br />
las costumbres londinenses, se daría cuenta al fin de que estaba<br />
demasiado encariñada con él para no aceptarle. Trataría de ser más<br />
ambiciosa de lo que el corazón le iba a permitir. Vacilaría, coaccionaría,<br />
pondría condiciones, exigiria mucho, pero, finalmente, aceptaría. Esto<br />
era lo que con más frecuencia preveía Fanny. ¡Una casa en Londres! Eso,<br />
lo creía imposible. Sin embargo, no podía decirse lo que miss Crawford<br />
no seria capaz de pedir. La perspectiva era para su primo cada vez peor.<br />
Una mujer que podía hablar de él, refiriéndose sólo a su aspecto<br />
exterior... ¡qué cariño más indigno! Buscar apoyo en los elogios de la<br />
señora Fraser! ¡Ella, que le había tratado con intimidad durante medio<br />
año! Fanny se avergonzaba de ella. Los pasajes de la carta que se<br />
referían a Henry y a ella misma la hirieron, en comparación,<br />
escasamente. Que Henry volviese a Norfolk antes o después del 14 no era<br />
asunto que a ella le importase, desde luego, aunque, considerándolo<br />
todo, pensó que él debía querer ir sin dilación. Que Mary Crawford<br />
tratara de asegurarse un encuentro entre él y María Rushworth, era algo<br />
que entraba de lleno en su peor línea de conducta, algo tremendamente<br />
indelicado y censurable; pero esperaba que él no obraría impulsado por<br />
una curiosidad tan degradante. Él no reconocía tal impulso, y su<br />
hermana hubiera debido creerle dotado de mejores sentimientos que los<br />
de ella misma.<br />
Fanny sintió aún más impaciencia que antes por recibir otra carta de<br />
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