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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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incesante danza, campestre, agitada por esperanzas y temores, con un<br />

resabio entre dulce y amargo, fatigada y con los pies doloridos, desvelada<br />

e inquieta, pero sintiendo, a pesar de todo, que un baile era algo<br />

realmente delicioso.<br />

Al mandarla así a la cama, puede que sir Thomas no pensara<br />

meramente en su salud. Acaso consideró que mister Crawford había<br />

permanecido ya bastante rato sentado junto a ella, o quizás tuviera la<br />

intención de recomendarla como esposa poniendo de manifiesto su<br />

docilidad.<br />

CAPÍTULO XXIX<br />

Había terminado el baile. Pronto terminó el desayuno también, sonó el<br />

último beso y William se fue. Mr. Crawford, conforme a su advertencia,<br />

había sido muy puntual y el refrigerio fue breve y agradable.<br />

Después que hubo contemplado a William hasta el último instante,<br />

Fanny regresó a la salita donde habían desayunado con el corazón<br />

afligido, para dolerse del triste cambio; y su tío tuvo la amabilidad de<br />

dejarla allí llorar en paz, imaginando, acaso, que las sillas vacías de los<br />

dos muchachos fomentaban por igual su tierna expansión, y que los fríos<br />

restos de huesos de cerdo con mostaza en el plato de William se<br />

repartían los sentimientos de la niña con las cáscaras de huevo que<br />

quedaban en el de Henry Crawford. Ella lloraba por amor, como su tío<br />

suponía; pero el amor que suscitaba su llanto era fraternal, y no otro.<br />

William se había ido, y ahora le parecía a ella que había desperdiciado la<br />

mitad del tiempo que duró su visita entre inquietudes ociosas y<br />

preocupaciones egoístas en relación con él.<br />

La índole de Fanny era tal, que no podía imaginar siquiera a tía Norris<br />

en la estrechez y tristeza de su casita sin reprocharse alguna falta de<br />

atención hacia ella la última vez que estuvieron juntas; mucho menos<br />

podía estar convencida de haber hecho, dicho y pensado acerca de<br />

William todo lo debido, durante una quincena completa.<br />

Fue un día pesaroso, melancólico. Poco después del almuerzo, Edmund<br />

se despidió por una semana, montó en su caballo para Peterborough... y<br />

allí quedó ella, sin ninguno de sus más entrañables afectos. De la última<br />

noche no quedaban sino recuerdos, que con nadie podía compartir.<br />

Habló a tía Bertram... tenía que hablar del baile con alguien; pero su tía<br />

estaba tan poco enterada de lo que había pasado, y sentía tan poca<br />

curiosidad, que la cosa se convirtió en un trabajo pesado. Lady Bertram<br />

no estaba segura del vestido de nadie ni del lugar que nadie ocupó en la<br />

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