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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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se producen retrasos, siempre cabe una mala travesía, o algo..., ese algo<br />

propicio que sirve de consuelo a todos los que cierran los ojos cuando<br />

miran, o el entendimiento cuando razonan. Probablemente sería a<br />

mediados de noviembre, por lo menos; para la mitad de noviembre<br />

faltaban todavía tres meses. Tres meses que comprendían trece semanas.<br />

Y en el transcurso de trece semanas muchas cosas podían ocurrir.<br />

Sir Thomas hubiera sentido un profundo pesar de haber sospechado<br />

tan sólo la mitad de lo que pensaban sus hijas ante la perspectiva de su<br />

regreso, y poco se hubiera consolado al enterarse del interés que tal<br />

anuncio despertaba en el pecho de otra joven damisela. Miss Crawford,<br />

al dirigirse con su hermana a <strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> para pasar la tarde con sus<br />

amigos, tuvo conocimiento de la buena nueva. Y aunque parecía que el<br />

particular sólo podía atañerle en el terreno de la cortesía, y que había<br />

dado escape a toda la emoción que pudiera sentir con su sosegada<br />

enhorabuena, lo cierto es que prestó oídos a la noticia con un interés no<br />

tan fácil de satisfacer. La señora Norris refirió el contenido de las cartas,<br />

y después se habló de otra cosa; pero cuando hubieron dado fin al té,<br />

hallándose Mary de pie junto a un ventanal abierto, en compañía de<br />

Edmund y de Fanny, contemplando el paisaje envuelto en la media luz<br />

crepuscular, mientras las hermanas Bertram, Mr. Rushworth y Henry<br />

Crawford se ocupaban en encender los candelabros del piano, miss<br />

Crawford resucitó el tema volviéndose súbitamente cara al grupo y<br />

exclamando:<br />

––¡Qué feliz se le ve a Mr. Rushworth! Está pensando en el próximo<br />

noviembre.<br />

Edmund dióse también vuelta para mirar a Mr. Rushworth, pero no<br />

dijo nada.<br />

––Será un gran acontecimiento, el regreso de vuestro padre ––agregó<br />

ella. ––Lo será, desde luego, después de una ausencia así... una ausencia<br />

no sólo larga, sino sembrada de peligros.<br />

––Además, será el anuncio de otros importantes acontecimientos: el<br />

casamiento de su hermana, la ordenación de usted...<br />

––Sí.<br />

––No se ofenda ––dijo ella, riéndose––, pero esto me hace pensar en los<br />

viejos héroes paganos que, después de realizar grandes proezas en tierra<br />

extraña, ofrecían sacrificios a los dioses a su feliz regreso.<br />

––No hay sacrificio en este caso ––replicó Edmund, esbozando una<br />

especie de grave sonrisa y dando otra ojeada al piano––; ella ha elegido<br />

libremente.<br />

––¡Oh!, sí, ya lo sé. Sólo fue una broma. Su hermana hace exactamente<br />

lo que quisiera hacer toda mujer joven; y no dudo que será en extremo<br />

feliz. Era otro el sacrificio a que me refería; y usted, por supuesto, no me<br />

entiende.<br />

––Mi ordenación, se lo aseguro, será algo tan voluntario como el<br />

casamiento de María.<br />

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