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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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nada de ello hubiera sido feliz, porque Edmund no era ya la incauta<br />

víctima de miss Crawford.<br />

Cierto es que el propio Edmund estaba muy lejos de sentirse feliz.<br />

Sufría a causa del desengaño y la añoranza, doliéndose de que las cosas<br />

fueran así y suspirando porque fueran como no podrían ser jamás.<br />

Fanny lo comprendía, y le pesaba; pero era un pesar tan fundado en la<br />

satisfacción, con tal tendencia a una paz espiritual y tan en armonía con<br />

las más gratas sensaciones, que no pocos se hubieran considerado<br />

dichosos de poder cambiar por él sus mayores alegrías.<br />

Sir Thomas, pobre sir Thomas... Era padre, y, consciente de los errores<br />

de su propia conducta como padre, era a quien más se le alargaría el<br />

sufrimiento. Comprendía que no hubiera debido autorizar aquella boda;<br />

que los sentimientos de su hija le eran bastante conocidos para incurrir<br />

en culpa al autorizarla; que al hacerlo había sacrificado la rectitud a la<br />

conveniencia y se había dejado gobernar por móviles egoístas y<br />

mundanos prejuicios. Eran éstas reflexiones que requerían algún tiempo<br />

para suavizarse; pero el tiempo lo consigue casi todo. Y aunque poco<br />

consuelo podría recibir del lado de María Rushworth para el disgusto que<br />

le había causado, había de hallar en sus otros hijos un consuelo mayor<br />

de lo que jamás supusiera. El casamiento de Julia se convirtió en algo<br />

menos desesperado de lo que él había considerado al principio. Ella se<br />

humilló, con el deseo de ser perdonada; y Mr. Yates, anhelando<br />

realmente verse acogido en el seno de la familia, se mostró dispuesto a<br />

respetarle y dejarse guiar por él. No era un personaje muy sólido, pero<br />

había esperanza de que se volviera menos vano..., de que resultara al<br />

menos tolerablemente doméstico y manso; y de todos modos fue<br />

consolador el descubrimiento de que sus bienes eran bastantes más y<br />

sus deudas muchas menos de lo que se temiera, y el hecho de que le<br />

tratase y consultase como al amigo más digno de confianza. También<br />

hallaba consuelo en su hijo Tom, que iba recobrando gradualmente la<br />

salud sin recobrar la despreocupación y el egoísmo de sus pasadas<br />

costumbres. Había mejorado muchísimo gracias a su enfermedad. Había<br />

sufrido y aprendido a pensar: dos ventajas que antes nunca conociera; y<br />

como el reproche de que se hiciera objeto a sí mismo lo provocara el<br />

deplorable suceso de Wimpole Street, del cual se consideraba cómplice<br />

por las peligrosas intimidades a que había dado lugar con su<br />

injustificable teatro casero, produjo en su espíritu una impresión que,<br />

contando él veintiséis años y no estando falto de buen sentido ni buenas<br />

compañías, hubo de ser durable en sus beneficiosos efectos. Se convirtió<br />

en lo que debía ser: útil a su padre, formal y sensato, y dejó de vivir<br />

simplemente para sí.<br />

Esto era realmente consolador. Y tan pronto como sir Thomas pudo<br />

confiar en tales motivos de optimismo, empezó Edmund a contribuir a la<br />

tranquilidad de su padre mejorando en el único aspecto en que, también<br />

él, le había causado pesar: mejorando su estado de ánimo. Después de<br />

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