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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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que salía de la fonda, los otros dos permanecían de pie junto al fuego; y<br />

Edmund, particularmente impresionado por lo desmejorada que aparecía<br />

Fanny y atribuyéndolo, por ignorar los cotidianos perjuicios sufridos en<br />

casa de sus padres, en una proporción excesiva... atribuyéndolo todo al<br />

reciente suceso, tomó su mano y le dijo en voz baja, pero con acento<br />

expresivo:<br />

––No me extraña... Tienes que sentirlo... tienes que sufrir. ¡Cómo se<br />

concibe que un hombre, después de quererte, pueda abandonarte! Pero<br />

el tuyo... tu caso era reciente comparado con... ¡Fanny, considera el mío!<br />

La primera parte del viaje ocupó una larga jornada y los había dejado,<br />

casi extenuados, en Oxford; pero la segunda terminó mucho más<br />

temprano. Mucho antes de la hora habitual de la comida estaban en los<br />

alrededores de <strong>Mansfield</strong>, y al acercarse al amado lugar los corazones de<br />

las dos hermanas desfallecieron un poco. Fanny empezaba a temer el<br />

encuentro con sus tías y con Tom, bajo aquella espantosa humillación; y<br />

Susan a sentir con alguna preocupación que sus mejores modales, todos<br />

sus conocimientos últimamente adquiridos acerca de las costumbres que<br />

imperaban allí, estaban a punto de ser puestos a prueba. Ante ella<br />

surgían visiones de buena y mala crianza, de antiguas vulgaridades y<br />

nuevos refinamientos; y mucho meditaba sobre tenedores de plata,<br />

servilletas y lavamanos de cristal. Fanny acusaba a cada paso lo que<br />

había cambiado el campo desde febrero; pero cuando penetraron en el<br />

parque su percepción y su placer culminaron en intensidad. Hacía tres<br />

meses, tres meses completos, que lo había abandonado, y la diferencia<br />

correspondía a la que media entre el invierno y el verano. Su mirada<br />

descubría por todas partes céspedes y plantíos del verde más tierno; y los<br />

árboles, aunque no del todo vestidos, se mostraban en ese delicioso<br />

estado en que el perfeccionamiento de la belleza se presiente próximo, y<br />

en que, aun cuando es ya mucho lo que se ofrece a la vista, queda más<br />

todavía para la imaginación. Su gozo, empero, era sólo para ella.<br />

Edmund no podía compartirlo. Ella le miraba, pero él se reclinaba en el<br />

respaldo, sumido en una tristeza más honda que nunca y con los ojos<br />

cerrados, como si le abrumara presenciar la satisfacción de alguien y<br />

tuvieran que omitirse las deliciosas perspectivas hogareñas.<br />

Esto hizo que Fanny se entristeciera de nuevo; y el conocimiento de lo<br />

que allí debía sufrirse revestía hasta la misma casa (moderna, aireada y<br />

bien situada como estaba) de un aspecto melancólico.<br />

Una de las personas pertenecientes al grupo de los que allí penaban les<br />

esperaba con una impaciencia como nunca había conocido hasta<br />

entonces. Apenas acababa Fanny de pasar ante los graves criados,<br />

cuando lady Bertram, procedente del salón, salió a su encuentro, no ya<br />

con paso indolente; y cayendo en sus brazos, dijo:<br />

––¡Fanny, querida! Ahora tendré un consuelo.<br />

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