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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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mesa, fuera del suyo propio. No podía recordar lo que le habían dicho<br />
acerca de una de las jóvenes Maddoxe, ni lo que lady Prescott había<br />
observado en Fanny; no podía asegurar si el coronel Harrison se refería a<br />
Mr. Crawford o a William cuando dijo que era el joven más apuesto del<br />
salón; alguien le había susurrado algo..., pero se había olvidado de<br />
preguntar a sir Thomas qué podía ser. Y estas fueron sus frases más<br />
largas y sus más claras informaciones. El resto no pasó de unos<br />
lánguidos «sí... sí... muy bien... ¿esto tú?... ¿él?... esto no lo vi... no<br />
sabría distinguir al uno del otro». Aquello era desastroso. Tan sólo podía<br />
considerarse mejor al lado de lo que hubieran sido las mordaces<br />
contestaciones de tía Norris; pero ésta se había ido a su casa, con todas<br />
las jaleas sobrantes para cuidar a una criada enferma, de modo que<br />
hubo paz y buen humor en el pequeño círculo familiar, aunque no<br />
pudiera haber bullicio además.<br />
La velada resultó tan enfadosa como el resto del día.<br />
––No llego a comprender lo que me pasa ––dijo lady Bertram––. Estoy de<br />
lo más torpe. Será debido a que ayer me acosté tan tarde. Fanny, tienes<br />
que hacer algo para que no me duerma. Trae la baraja. Siento una<br />
torpeza enorme. No puedo trabajar.<br />
Fanny trajo los naipes y estuvo jugando al cribbage con su tía hasta la<br />
hora de acostarse; y como sir Thomas leyese para sí, pasaron dos horas<br />
sin que en la habitación se oyese más que los tanteos del juego.<br />
––Y con esto suman treinta y uno... cuatro en mano y ocho en el<br />
montón. A usted le toca repartir, tía; ¿lo hago por usted?<br />
Fanny pensaba y volvía a pensar en el cambio que veinticuatro horas<br />
habían imprimido a la habitación y a toda aquella parte de la casa. La<br />
noche anterior hubo esperanzas y sonrisas, movimiento y animación,<br />
ruido y esplendor, en el salón, fuera del salón y por todas partes. Ahora,<br />
todo era languidez y nada más que soledad.<br />
Una noche de buen reposo mejoró sus ánimos. Al siguiente día pudo<br />
pensar en William con más alegría; y como la mañana le brindó la<br />
oportunidad de comentar la noche del jueves de un modo muy agradable<br />
con la señora Grant y miss Crawford, con todas las sublimaciones de la<br />
imaginación y todas las risas del divertimiento, tan esenciales en la<br />
evocación de un baile que ya pasó, pudo después, sin gran esfuerzo,<br />
reintegrar su mente a la cotidiana normalidad y conformarse fácilmente<br />
con la tranquilidad de una plácida semana.<br />
En realidad, formaban ahora el grupo más reducido que Fanny había<br />
visto allí a lo largo de un día entero. Se había ausentado aquel de quien<br />
principalmente dependían el gozo y la satisfacción de todas las reuniones<br />
y comidas familiares. Pero esto, había que aprender a soportarlo. Pronto<br />
los dejaría, de todos modos; y Fanny agradecía el poder sentarse ahora<br />
con su tío en la misma habitación, escuchar su voz, sus preguntas, y<br />
hasta contestarlas sin verse atormentada por aquellos sentimientos que<br />
tan desgraciada la hicieron al principio.<br />
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