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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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nos hemos visto casi obligados a salir esta tarde por su disgusto ante<br />
una gansa cruda, de la que no pudo aprovechar la mejor parte. Mi pobre<br />
hermana tuvo que quedarse y soportarle.<br />
––No me sorprende su desaprobación, se lo aseguro. Es un gran defecto<br />
de carácter, agravado por una falta de hábito a la sobriedad muy<br />
censurable; y ver a su hermana sufriendo por esta causa tiene que ser<br />
muy penoso para una sensibilidad como la de usted. Bueno, Fanny: en<br />
este punto nos ha vencido miss Crawford. No podemos intentar la<br />
defensa del doctor Grant.<br />
––No ––replicó Fanny––, pero no debemos achacar todo esto a su<br />
carrera; porque, cualquiera que fuese la profesión elegida, su carácter<br />
hubiera sido igualmente... no hubiera sido mejor; y como lo mismo en la<br />
Armada que en el Ejército hubiera tenido mucho más personal bajo sus<br />
órdenes que el que ahora tiene, creo que más le hubiera perjudicado ser<br />
soldado o marino que clérigo. Además, he de suponer que cualesquiera<br />
sean los defectos que puedan imputarse al doctor Grant, tales defectos<br />
hubieran corrido un mayor riesgo de acentuársele en el ejercicio de una<br />
profesión más activa y mundana, en la que hubiese tenido menos tiempo<br />
y obligación de estudiarse a sí mismo..., en la que no se le hubiera<br />
presentado la ocasión, con tanta frecuencia al menos, de ahondar en ese<br />
conocimiento de sí mismo, aspecto éste del que ahora no puede<br />
prescindir. Un hombre... un hombre sensible como el doctor Grant, es<br />
imposible que tenga adquirido el hábito de enseñar todas las semanas al<br />
prójimo sus obligaciones, de acudir dos veces a la capilla todos los<br />
domingos y exhortar a los fieles con unos sermones tan excelentes como<br />
los suyos, sin que en él mismo repercuta el efecto de todas las verdades<br />
que predica. Sin duda tendrá que reflexionar, y estoy segura de que<br />
procura refrenarse más a menudo que si en vez de ser clérigo se hubiera<br />
dedicado a otra cosa.<br />
––No es posible demostrar lo contrario, por supuesto: pero le deseo<br />
mejor suerte, Fanny, que la de casarse con un hombre cuya amabilidad<br />
dependa de sus propios sermones; pues, aunque se predicara a sí mismo<br />
hasta ponerse del mejor humor de todos los domingos, ya seria bastante<br />
pena tenerle discutiendo sobre si los gansos han quedado crudos desde<br />
el lunes por la mañana hasta el sábado por la noche.<br />
––Si existe un hombre capaz de pelear a menudo con Fanny ––dijo Edmund<br />
cariñosamente––, será que no hay sermones que vengan para él.<br />
Fanny se acercó más a la ventana.<br />
––Me figuro que miss Price está más acostumbrada a merecer elogios<br />
que a escucharlos ––observó Mary, empleando un tono algo divertido.<br />
Y no tuvo tiempo de decir más, pues en aquel momento fue requerida<br />
insistentemente por las hermanas Bertram para que se uniera a ellas en<br />
la interpretación de una canción alegre para voces solas. Accediendo, se<br />
dirigió al piano, mientras Edmund quedaba como sumido en un éxtasis<br />
de admiración ante sus muchos encantos, empezando por su espíritu<br />
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