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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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Era ésta una pregunta no tan fácil de contestar y suscitó un «¡oh!» algo<br />
prolongado en la linda muchacha, hasta que pudo añadir:<br />
––Debería figurar en el Parlamento, o haber ingresado en el Ejército<br />
hace diez años.<br />
––Lo que es eso no viene ahora muy al caso; y en cuanto a lo de figurar<br />
en el Parlamento, creo que deberé esperar a que se convoque una<br />
asamblea especial para la representación de los segundones con escasos<br />
medios de vida. No, miss Crawford ––añadió en tono más serio––, existen<br />
distinciones que, si yo creyese que no he de tener probabilidad...<br />
absolutamente ninguna probabilidad o posibilidad de conseguir, me<br />
consideraría muy desdichado; pero son de otra clase.<br />
La significativa expresión de su mirada mientras esto decía, y la<br />
complicidad que parecía haber en la actitud de Mary al contestar con<br />
alguna de sus humorísticas salidas, fueron motivos de tristeza para la<br />
observación de Fanny; y sintiéndose ésta completamente incapaz de<br />
prestar a la señora Grant la atención debida, pues a su lado caminaba<br />
ahora siguiendo a la pareja, había casi decidido volver a casa<br />
inmediatamente, y esperaba tan sólo reunir el valor necesario para<br />
decirlo, cuando las campanadas del gran reloj de <strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong>, dando<br />
las tres, le hicieron darse cuenta de que, realmente, había estado<br />
ausente mucho más tiempo de lo que acostumbraba, y la llevaron a<br />
consultarse previamente si debía o no marcharse en el acto, y cómo<br />
hacerlo para conseguirlo sin demorarse más. Con resuelta decisión inició<br />
su despedida; y al mismo tiempo Edmund empezó a recordar que su<br />
madre había preguntado por ella, y que él había acudido precisamente a<br />
la rectoría con el fin de recogerla.<br />
Creció la prisa de Fanny; y se hubiera apresurado a marcharse sola,<br />
sin esperar en absoluto que la acompañara Edmund; pero todos<br />
aceleraron la marcha y la acompañaron hasta la casa, por la cual era<br />
preciso pasar. El doctor Grant se hallaba en el vestíbulo y, al detenerse<br />
todos para saludarle, Fanny dedujo por la actitud de Edmund que éste<br />
se proponía ir con ella. También él se estaba despidiendo. No pudo por<br />
menos que estarle agradecida. En el momento de separarse, el doctor<br />
Grant invitó a Edmund para el día siguiente a comer con él un cordero; y<br />
Fanny tuvo apenas tiempo de sentir cierta desazón por tal motivo,<br />
cuando la señora Grant, como cayendo en la cuenta repentinamente, se<br />
volvió a ella y le rogó que les concediera también el gusto de su<br />
compañía. Era ésta una atención tan nueva, un caso tan perfectamente<br />
insólito en el discurrir de la vida de Fanny, que ya no pudo quedar más<br />
sorprendida y azorada; y mientras barboteaba su profundo<br />
agradecimiento y su... «aunque, de todos modos, creo que no estará en<br />
mi poder aceptar», miraba a Edmund en busca de opinión y ayuda. Pero<br />
Edmund, encantado de que ella recibiera tan feliz invitación, y<br />
adivinando con media mirada y media fiase que todo el reparo de la<br />
muchacha se limitaba a los obstáculos que pudiera poner su tía, pues no<br />
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