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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
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Fanny, en el curso de toda la mañana, alcanzar al fin, y allí se habían<br />
sentado bajo uno de los árboles. Esto fue lo que contaron. Era evidente<br />
que el tiempo había transcurrido muy agradablemente para ellos y no se<br />
habían dado cuenta de lo prolongado de su ausencia. El mejor consuelo<br />
para Fanny fue que le aseguraran lo mucho que Edmund la había<br />
echado de menos y que, desde luego, hubiera vuelto por ella ni no<br />
hubiese sido por lo cansada que ya estaba a causa del paseo por el<br />
bosque. Pero no era esto suficiente para borrar su pena por haberse visto<br />
abandonada durante una hora entera, cuando él había hablado tan sólo<br />
de unos minutos, ni para ahuyentar la especie de curiosidad que sentía<br />
por saber de qué habrían estado hablando durante todo aquel tiempo; y<br />
el resultado fue que se sintiera desilusionada y deprimida cuando<br />
decidieron, por acuerdo general, regresar a la casa.<br />
Cuando llegaron al pie de la escalera que conducía a la terraza,<br />
aparecieron en lo alto la señora Rushworth y tía Norris, que se disponían<br />
a ir entonces a la floresta, cuando hacía una hora y media que ellos<br />
habían salido. La señora Norris estuvo ocupada en cosas demasiado<br />
interesantes para ponerse en marcha con mayor prontitud. Cualesquiera<br />
que fuesen los contratiempos que hubiesen podido frustrar la diversión<br />
de sus sobrinas, el caso es que para ella la mañana había sido de gozo<br />
completo; pues el ama de llaves, después de mostrarse en extremo atenta<br />
y amable al informarla de todo lo referente a los faisanes, la había llevado<br />
a la vaquería, ilustrándola sobre cuanto hace referencia a las vacas y<br />
dándole la receta de un famoso queso de crema; y después que Julia las<br />
había dejado se encontraron con el jardinero, tropiezo que resultó en<br />
extremo satisfactorio para la señora Norris, pues tuvo ocasión de<br />
rectificar el erróneo criterio del buen hombre acerca de la enfermedad<br />
que padecía su nieto, convenciéndole de que tenía una calentura<br />
intermitente, y le prometió un amuleto para el caso; y él, en justa<br />
correspondencia, le enseñó su plantel más escogido y hasta la obsequió<br />
con un ejemplar de brezo muy curioso.<br />
Al encontrarse las damas con el terceto que regresaba, todos volvieron<br />
a la casa para, una vez allí, dedicarse a pasar el tiempo lo más<br />
distraídamente posible, bien charlando, ya leyendo alguna Revista<br />
Trimestral, cómodamente arrellenados en los sofás, esperando la llegada<br />
de los otros y la hora de la cena. Era ya bastante tarde cuando se<br />
presentaron las hermanas Bertram y los dos caballeros; y, al parecer, su<br />
paseo no había resultado agradable más que a medias, y en modo alguno<br />
fecundo en consecuencias positivas con respecto al motivo de la<br />
excursión. Según ellos refirieron, no habían hecho más que ir unos en<br />
pos de otros, y el encuentro le pareció a Fanny que se había producido<br />
demasiado tarde para restablecer la armonía lo mismo que para, según<br />
reconocieron, tomar decisiones sobre las mejoras a realizar. Al mirar a<br />
Julia y a Mr. Rushworth, notó que no era sólo en el pecho de ella donde<br />
se ocultaba el descontento por la conducta de los otros dos; también en<br />
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