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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

76<br />

Fanny, en el curso de toda la mañana, alcanzar al fin, y allí se habían<br />

sentado bajo uno de los árboles. Esto fue lo que contaron. Era evidente<br />

que el tiempo había transcurrido muy agradablemente para ellos y no se<br />

habían dado cuenta de lo prolongado de su ausencia. El mejor consuelo<br />

para Fanny fue que le aseguraran lo mucho que Edmund la había<br />

echado de menos y que, desde luego, hubiera vuelto por ella ni no<br />

hubiese sido por lo cansada que ya estaba a causa del paseo por el<br />

bosque. Pero no era esto suficiente para borrar su pena por haberse visto<br />

abandonada durante una hora entera, cuando él había hablado tan sólo<br />

de unos minutos, ni para ahuyentar la especie de curiosidad que sentía<br />

por saber de qué habrían estado hablando durante todo aquel tiempo; y<br />

el resultado fue que se sintiera desilusionada y deprimida cuando<br />

decidieron, por acuerdo general, regresar a la casa.<br />

Cuando llegaron al pie de la escalera que conducía a la terraza,<br />

aparecieron en lo alto la señora Rushworth y tía Norris, que se disponían<br />

a ir entonces a la floresta, cuando hacía una hora y media que ellos<br />

habían salido. La señora Norris estuvo ocupada en cosas demasiado<br />

interesantes para ponerse en marcha con mayor prontitud. Cualesquiera<br />

que fuesen los contratiempos que hubiesen podido frustrar la diversión<br />

de sus sobrinas, el caso es que para ella la mañana había sido de gozo<br />

completo; pues el ama de llaves, después de mostrarse en extremo atenta<br />

y amable al informarla de todo lo referente a los faisanes, la había llevado<br />

a la vaquería, ilustrándola sobre cuanto hace referencia a las vacas y<br />

dándole la receta de un famoso queso de crema; y después que Julia las<br />

había dejado se encontraron con el jardinero, tropiezo que resultó en<br />

extremo satisfactorio para la señora Norris, pues tuvo ocasión de<br />

rectificar el erróneo criterio del buen hombre acerca de la enfermedad<br />

que padecía su nieto, convenciéndole de que tenía una calentura<br />

intermitente, y le prometió un amuleto para el caso; y él, en justa<br />

correspondencia, le enseñó su plantel más escogido y hasta la obsequió<br />

con un ejemplar de brezo muy curioso.<br />

Al encontrarse las damas con el terceto que regresaba, todos volvieron<br />

a la casa para, una vez allí, dedicarse a pasar el tiempo lo más<br />

distraídamente posible, bien charlando, ya leyendo alguna Revista<br />

Trimestral, cómodamente arrellenados en los sofás, esperando la llegada<br />

de los otros y la hora de la cena. Era ya bastante tarde cuando se<br />

presentaron las hermanas Bertram y los dos caballeros; y, al parecer, su<br />

paseo no había resultado agradable más que a medias, y en modo alguno<br />

fecundo en consecuencias positivas con respecto al motivo de la<br />

excursión. Según ellos refirieron, no habían hecho más que ir unos en<br />

pos de otros, y el encuentro le pareció a Fanny que se había producido<br />

demasiado tarde para restablecer la armonía lo mismo que para, según<br />

reconocieron, tomar decisiones sobre las mejoras a realizar. Al mirar a<br />

Julia y a Mr. Rushworth, notó que no era sólo en el pecho de ella donde<br />

se ocultaba el descontento por la conducta de los otros dos; también en<br />

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