You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />
210<br />
mansión de <strong>Mansfield</strong>, tuvo en la rectoría un signo muy distinto. A las<br />
dos jóvenes de las respectivas familias, cuando menos, les procuró unas<br />
sensaciones muy opuestas. Lo que para Fanny era tranquilidad y<br />
consuelo, era tedio y enojo para Mary. Ello era debido en parte a la<br />
diferencia de carácter y hábitos: una, tan fácil de contentar, la otra, tan<br />
poco acostumbrada a sufrir; pero aún más podía atribuirse a la<br />
diferencia de circunstancias. En algunos puntos de interés, las<br />
respectivas posiciones eran completamente opuestas. Para el espíritu de<br />
Fanny, la ausencia de Edmund era en realidad, teniendo en cuenta<br />
motivo y tendencia, un alivio. Para Mary era dolorosa por muchos<br />
conceptos. Acusaba la falta de su compañía cada día y casi a todas<br />
horas, y la necesitaba demasiado para sentir otra cosa que no fuese<br />
irritación al considerar el objeto de su viaje. No hubiese podido Edmund<br />
planear nada más a propósito que aquella semana de ausencia para<br />
encarecer su importancia, al marcharse exactamente al mismo tiempo<br />
que su hermano, y que William Price, completando así aquella especie de<br />
deserción general de un círculo que estuvo antes tan animado. Ella lo<br />
acusaba agudamente. Ahora no eran más que un miserable trío,<br />
confinado en casa por una racha de lluvias y nevadas, sin nada que<br />
hacer y sin novedades que esperar. Indignada como estaba con Edmund<br />
por lo aferrado a sus ideas y porque procedía, dentro de las mismas,<br />
desafiándola a ella (y tal había sido su indignación que, al separarse en<br />
el baile, apenas quedaron amigos), durante su ausencia pensaba<br />
continuamente en él, sin poderlo evitar, deteniéndose en considerar su<br />
valía y afecto y suspirando otra vez por los encuentros casi diarios de los<br />
últimos tiempos. Su ausencia era innecesariamente larga. Él no debió<br />
planear aquel viaje; no debió ausentarse del hogar por una semana,<br />
cuando su separación de <strong>Mansfield</strong> estaba tan próxima. Después empezó<br />
a reprocharse las propias faltas. Lamentaba haber hablado tan<br />
acaloradamente en su última conversación con él. Temía haber usado<br />
algunas expresiones duras, desdeñosas, al hablar del clero, y aquello no<br />
hubiera debido ocurrir; era de mala educación; no estaba bien. Deseaba<br />
de todo corazón no haber dicho tales palabras.<br />
Su desazón no terminó con la semana. Aquellos días fueron malos,<br />
pero más tuvo que soportar aun cuando el calendario volvió el viernes<br />
sin que Edmund volviera; cuando el sábado llegó sin que Edmund llegara<br />
tampoco; y cuando, con motivo del breve contacto que el domingo pudo<br />
establecer con la otra familia, se enteró de que Edmund había<br />
precisamente escrito a los suyos aplazando el regreso, por haber<br />
prometido prolongar unos días la estancia en casa de su amigo.<br />
Si ella había sentido hasta entonces impaciencia y pesar, si deploró<br />
haber dicho ciertas cosas, temiendo que produjeran en él un efecto<br />
demasiado fuerte, ahora lo sentía y lo temía diez veces más. Además,<br />
tenía ahora que luchar con otro sentimiento totalmente nuevo para ella:<br />
los celos. Mr. Owen, el amigo de Edmund, tenía hermanas; podía ser que<br />
210