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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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mansión de <strong>Mansfield</strong>, tuvo en la rectoría un signo muy distinto. A las<br />

dos jóvenes de las respectivas familias, cuando menos, les procuró unas<br />

sensaciones muy opuestas. Lo que para Fanny era tranquilidad y<br />

consuelo, era tedio y enojo para Mary. Ello era debido en parte a la<br />

diferencia de carácter y hábitos: una, tan fácil de contentar, la otra, tan<br />

poco acostumbrada a sufrir; pero aún más podía atribuirse a la<br />

diferencia de circunstancias. En algunos puntos de interés, las<br />

respectivas posiciones eran completamente opuestas. Para el espíritu de<br />

Fanny, la ausencia de Edmund era en realidad, teniendo en cuenta<br />

motivo y tendencia, un alivio. Para Mary era dolorosa por muchos<br />

conceptos. Acusaba la falta de su compañía cada día y casi a todas<br />

horas, y la necesitaba demasiado para sentir otra cosa que no fuese<br />

irritación al considerar el objeto de su viaje. No hubiese podido Edmund<br />

planear nada más a propósito que aquella semana de ausencia para<br />

encarecer su importancia, al marcharse exactamente al mismo tiempo<br />

que su hermano, y que William Price, completando así aquella especie de<br />

deserción general de un círculo que estuvo antes tan animado. Ella lo<br />

acusaba agudamente. Ahora no eran más que un miserable trío,<br />

confinado en casa por una racha de lluvias y nevadas, sin nada que<br />

hacer y sin novedades que esperar. Indignada como estaba con Edmund<br />

por lo aferrado a sus ideas y porque procedía, dentro de las mismas,<br />

desafiándola a ella (y tal había sido su indignación que, al separarse en<br />

el baile, apenas quedaron amigos), durante su ausencia pensaba<br />

continuamente en él, sin poderlo evitar, deteniéndose en considerar su<br />

valía y afecto y suspirando otra vez por los encuentros casi diarios de los<br />

últimos tiempos. Su ausencia era innecesariamente larga. Él no debió<br />

planear aquel viaje; no debió ausentarse del hogar por una semana,<br />

cuando su separación de <strong>Mansfield</strong> estaba tan próxima. Después empezó<br />

a reprocharse las propias faltas. Lamentaba haber hablado tan<br />

acaloradamente en su última conversación con él. Temía haber usado<br />

algunas expresiones duras, desdeñosas, al hablar del clero, y aquello no<br />

hubiera debido ocurrir; era de mala educación; no estaba bien. Deseaba<br />

de todo corazón no haber dicho tales palabras.<br />

Su desazón no terminó con la semana. Aquellos días fueron malos,<br />

pero más tuvo que soportar aun cuando el calendario volvió el viernes<br />

sin que Edmund volviera; cuando el sábado llegó sin que Edmund llegara<br />

tampoco; y cuando, con motivo del breve contacto que el domingo pudo<br />

establecer con la otra familia, se enteró de que Edmund había<br />

precisamente escrito a los suyos aplazando el regreso, por haber<br />

prometido prolongar unos días la estancia en casa de su amigo.<br />

Si ella había sentido hasta entonces impaciencia y pesar, si deploró<br />

haber dicho ciertas cosas, temiendo que produjeran en él un efecto<br />

demasiado fuerte, ahora lo sentía y lo temía diez veces más. Además,<br />

tenía ahora que luchar con otro sentimiento totalmente nuevo para ella:<br />

los celos. Mr. Owen, el amigo de Edmund, tenía hermanas; podía ser que<br />

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