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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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tiempo, pareció alejar las penas y hacerla incapaz de compartir<br />

propiamente el dolor, hasta el de aquéllos que más tenía en el<br />

pensamiento. La fuga de Julia sólo podía afectarla relativamente poco. Le<br />

causó sorpresa y asombro; pero era algo que no podía apoderarse de ella,<br />

que no podía detenerse en su mente. Tuvo que obligarse a reflexionarlo y<br />

reconoció que era terrible y cruel; pero con facilidad se distraía en medio<br />

de las ansiosas, urgentes, alegres ocupaciones relacionadas con la cita<br />

que ella tenía para el día siguiente.<br />

No hay nada como la actividad, una premiosa, indispensable actividad,<br />

para ahuyentar las penas. Una ocupación, aun siendo melancólica,<br />

puede disipar la melancolía; y las ocupaciones de Fanny eran un<br />

compendio de ilusión. Tenía tanto que hacer que ni siquiera la horrible<br />

historia de María Rushworth (confirmada ahora como cierta hasta el<br />

último extremo) la impresionaba como al principio. No tenía tiempo para<br />

estar triste. Esperaba estar en camino a las veinticuatro horas. Tenía que<br />

hablar con sus padres, preparar a Susan, disponerlo todo. Las<br />

cuestiones a resolver se presentaban en ininterrumpida sucesión; el día<br />

contaba apenas con suficientes horas. Por otra parte, la felicidad que ella<br />

proporcionaba a los demás, felicidad muy poco ensombrecida por la<br />

funesta noticia que brevemente precedió a la restante información...; el<br />

jubiloso consentimiento del padre y de la madre para que Susan la<br />

acompañara...; la general satisfacción que parecía acusarse ante la<br />

partida de ambas...; el éxtasis de la propia Susan...: todo contribuía al<br />

sostenimiento de su ánimo.<br />

La aflicción de los Bertram fue poco sentida en el hogar de sus padres.<br />

La señora Price habló de su pobre hermana por espacio de unos<br />

minutos, pero la cuestión de cómo encontrar algo donde meter la ropa de<br />

Susan, pues Rebecca había usado y destrozado todas las maletas, la<br />

preocupaba mucho más. En cuanto a Susan, que se veía<br />

inesperadamente complacida en el supremo anhelo de su corazón, y que<br />

no conocía personalmente a los que había pecado ni a los que estaban<br />

penando, si pudo evitar el constante desbordamiento de su regocijo, era<br />

cuanto podía esperarse de la virtud humana a los catorce...<br />

Como en realidad nada se dejó a la decisión de la señora Price ni a los<br />

buenos oficios de Rebecca, todo se llevó a cabo racional y<br />

convenientemente, y las dos hermanas quedaron dispuestas para salir al<br />

día siguiente. La ventaja de un largo sueño que las preparase para el<br />

viaje que iban a emprender, no pudieron tenerla. El primo que viajaba<br />

hacia ellas no podía menos de estar presente en el espíritu de ambas,<br />

lleno el uno de felicidad, moviéndose el otro entre constantes alternativas<br />

y una indescriptible turbación.<br />

Hacia las ocho de la mañana estaba Edmund en la casa. Sus primas le<br />

oyeron entrar, desde arriba, y Fanny bajó. La idea de que iba a verle<br />

enseguida, unida al conocimiento de lo que él debía sufrir, hizo<br />

retroceder sus primeros impulsos. ¡Tenerle tan cerca, y tan afligido!<br />

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