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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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No tardó Henry en volver el rostro hacia ella, para repetirle muchas de<br />

las cosas que ya había dicho, aunque con acentos más dulces y una<br />

marcada expresión de pesar. Pero... ¿qué importaban sus expresiones y<br />

sus acentos? Se iba; y, aunque no fuese voluntaria su partida, era su<br />

propia voluntad la que decidía permanecer alejado. Pues, exceptuando lo<br />

que pudiera deberse a su tío, todos los demás compromisos se los<br />

imponía a sí mismo. Podía hablar de obligaciones, pero ella conocía su<br />

total independencia. La mano que con tanta fuerza había aprisionado la<br />

suya contra su corazón... ¡la mano y el corazón aparecían ahora<br />

igualmente inertes e impasibles! A ella la sostenía su nervio, pero era<br />

grande el abatimiento de su espíritu. No tuvo que padecer muy largo<br />

tiempo el efecto que le producía un lenguaje que la actitud del mismo<br />

que lo empleaba venía a contradecir, o que ocultar la conmoción de sus<br />

sentimientos bajo el disimulo a que obliga el hallarse en compañía, ya<br />

que pronto los obligados formulismos de cortesía de todos los presentes<br />

en general reclamaron la atención de Henry, interrumpiendo las<br />

manifestaciones que por lo bajo estaba haciendo a María; y, en total, la<br />

visita de despedida, que bien claro quedaba ahora que había sido éste el<br />

motivo de su presencia allí, resultó muy breve. Se había ido: había<br />

estrechado su mano por última vez, se había inclinado al partir... y ella<br />

pudo ir inmediatamente en busca de todo el consuelo que le cupiera<br />

hallar en la soledad. Se había ido Henry Crawford... había dejado la casa<br />

y, antes de que transcurrieran un par de horas, dejaría la rectoría<br />

también; y así acababan todas las ilusiones que su egoísta vanidad había<br />

despertado en María y en Julia Bertram.<br />

Julia pudo alegrarse de que hubiera partido. Su presencia empezaba a<br />

serle odiosa. Y, si María no pudo conquistarle, ella se había enfriado lo<br />

bastante para prescindir de cualquier otra venganza. No sentía necesidad<br />

de añadir el escándalo a la deserción. Habiéndose marchado Henry<br />

Crawford, hasta era capaz de consolar a su hermana.<br />

Con un más puro espíritu celebró Fanny la noticia. Se enteró durante<br />

el almuerzo, y lo consideró una bendición del cielo. Todos los demás lo<br />

comentaron con pesar y ensalzaron los méritos del ausente, con la<br />

debida graduación del sentimiento... desde la sinceridad de Edmund al<br />

expresar su consideración con excesiva parcialidad, hasta la indiferencia<br />

de su madre al hablar sólo por pura rutina formulista. Tía Norris empezó<br />

a mirar inquietamente a unos y a otros y a maravillarse de que, a pesar<br />

de lo que él se había enamorado de Julia, la cosa hubiera quedado en<br />

nada, y casi llegó a temer que ella había puesto poco empeño en<br />

fomentar aquel amor; pero, teniendo que velar por la felicidad de tantos,<br />

¿cómo era posible que, aun siendo tanta su actividad, estuviera a la<br />

altura de sus deseos?<br />

Al cabo de un par de días, Mr. Yates se había ido también. En la<br />

partida de éste tuvo sir Thomas un primordial interés: deseando estar<br />

solo con su familia, la presencia de un extraño superior a Mr. Yates le<br />

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