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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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demasiado ocupada en procurar y dirigir los pequeños complementos<br />

generales para la compañía, orientando la confección del extenso<br />

vestuario en un sentido de estricta economía, por lo que nadie le daba<br />

las gracias, y ahorrando con deleitosa integridad, unos chelines aquí y<br />

allá al ausente sir Thomas, para que pudiera dedicar algún tiempo a<br />

vigilar el comportamiento o velar por la felicidad de sus sobrinas.<br />

CAPÍTULO XVIII<br />

Todo progresaba ahora regularmente: teatro, actores, actrices y<br />

vestuario... todo iba adelante; pero, aunque no surgieron nuevos grandes<br />

obstáculos, Fanny pudo observar, antes de que hubieran transcurrido<br />

muchos días, que no todo era constante satisfacción para los mismos<br />

que integraban el grupo escénico, y que no se veía en el caso de<br />

presenciar una continuidad de aquella unánime alegría que casi se le<br />

hizo insoportable al principio. Todos empezaron a evidenciar sus<br />

respectivos motivos de disgusto. Edmund tenía muchos. Totalmente en<br />

contra de su criterio, se llamó a un escenógrafo de la capital, que estaba<br />

ya trabajando, lo que venía a incrementar los gastos considerablemente<br />

y, lo que era aún peor, la resonancia del acto que se proponían celebrar;<br />

y su hermano, en vez de dejarse guiar efectivamente por él en cuanto a la<br />

intimidad de la representación, repartía invitaciones a todas las familias<br />

que se encontraba al paso. El propio Tom empezó a enojarse por la<br />

lentitud con que progresaba la obra del escenógrafo y a sentir el fastidio<br />

de la espera; había aprendido su papel (todos sus papeles, pues se había<br />

encargado de cuantos podían conjugarse con el de mayordomo) y estaba<br />

impaciente por actuar; y, a medida que pasaba los días de tal suerte<br />

desocupado, se le hacía cada vez más evidente la insignificancia de todos<br />

sus papeles reunidos y se sentía más propenso a lamentar que no se<br />

hubiese elegido otra comedia.<br />

Fanny, que se prestaba siempre a escuchar atentamente, y era a<br />

menudo la única oyente que se tenía a mano, fue la obligada confidente<br />

de las quejas y aflicciones de los demás. Así, se enteró de que todos<br />

pensaban que Mr. Yates declamaba horriblemente; de que a Mr. Yates le<br />

había defraudado Henry Crawford como actor; de que Tom Bertram<br />

hablaba tan aprisa que nadie le entendería una palabra; de que la señora<br />

Grant lo estropeaba todo al reírse de continuo; de que Edmund estaba<br />

muy atrasado en el estudio de su papel y de que era un verdadero<br />

suplicio trabajar al lado de Mr. Rushworth, incapaz de decir una sola<br />

frase sin necesidad de apuntador. Se enteró, asimismo, de que al pobre<br />

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