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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

322<br />

El horror que se apoderó del ánimo de Fanny, al tener la convicción de<br />

que se había cometido aquella falta y empezar a concebir algo de los<br />

sufrimientos que acarrearía, difícilmente puede describirse. Al principio<br />

quedó sumida en una especie de estupefacción; pero a cada instante se<br />

precipitaba en ella la percepción del horrible daño. No podía dudar; no se<br />

atrevía a abrigar la esperanza de que el suelto fuera falso. La carta de<br />

miss Crawford, cuyo texto había releído varias veces como para recordar<br />

de memoria todos sus renglones, coincidía de un modo escalofriante con<br />

la nota del periódico. La vehemente defensa que Mary hacía de su<br />

hermano, su manifiesta esperanza de que se acallaran los rumores, su<br />

evidente inquietud, todo se correspondía por entero con algo muy grave;<br />

y si existía en el mundo una mujer de carácter definido que pudiera<br />

considerar una bagatela aquel pecado de primera magnitud, que pudiera<br />

tratar de disculparlo y desear que quedara impune, Fanny podía contar<br />

con que miss Crawford era esa mujer. Ahora se daba cuenta de su<br />

equivocación respecto de quienes se habían ido. No se trataba de Mr.<br />

Rushworth y su esposa, sino de esta esposa y Mr. Crawford.<br />

A Fanny le parecía que nunca, hasta ahora, había recibido una fuerte<br />

impresión. No podía sosegar. Pasó la tarde sin un momento de respiro en<br />

su aflicción; pasó la noche completamente desvelada. No hacía más que<br />

pasar de sensaciones de repugnancia a estremecimientos de horror. El<br />

caso era tan espantoso, que hubo momentos en que su corazón lo<br />

rechazaba como imposible, en que se decía que no podía ser. Una mujer<br />

que llevaba tan sólo seis meses de casada; un hombre que se confesaba<br />

enamorado, hasta comprometido con otra, siendo esta otra una pariente<br />

tan próxima de aquella; toda la familia, ambas familias, tan<br />

estrechamente unidas con múltiples lazos, tan amigas, tan íntimas... Era<br />

una mezcla de culpas demasiado horrible, una concentración de<br />

perversidad demasiado vil para que la naturaleza humana fuera capaz de<br />

ella, no hallándose en un estado de completa barbarie. Sin embargo, su<br />

juicio le decía que era así. La inconsistencia de los afectos de Henry,<br />

oscilando al dictado de su vanidad, la decidida inclinación de María y la<br />

insuficiencia de principios en ambos, apuntaban la posibilidad; la carta<br />

de Mary sellaba el hecho.<br />

¿Cuál sería la consecuencia? ¿A quién no ofendería? ¿Qué designios no<br />

iba a alterar? ¿La paz de quien no quedaria truncada para siempre? La<br />

misma Mary... Edmund... Pero acaso fuera peligroso calar tan hondo.<br />

Fanny se ciñó, o intentó ceñirse, al aspecto simple, indudable, de la<br />

desgracia familiar que habría de envolverlo todo, si, en efecto, había<br />

culpa comprobada y escándalo público. Los sufrimientos de la madre, los<br />

del padre... Aquí detuvo Fanny su pensamiento; los de Julia, los de Tom,<br />

los de Edmund... En este punto se detuvo más tiempo aún. Eran los dos<br />

––sir Thomas y Edmund–– a los que el caso afectaría más<br />

tremendamente. La paternal solicitud, el alto sentimiento del honor y el<br />

decoro de sir Thomas; la rectitud de principios, el carácter confiado y la<br />

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