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Mansfield Park - Educando

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<strong>Mansfield</strong> <strong>Park</strong> Jane Austen<br />

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palabras, él seguía manteniendo la misma actitud y retenía la mano de<br />

su hermana, su corazón herido se inflamó nuevamente de rencor; y<br />

poniéndose tan intensamente colorada como pálida había aparecido<br />

unos momentos antes, dióse vuelta para alejarse diciendo:<br />

––Yo no tengo por qué asustarme de comparecer ante él.<br />

Su marcha fustigó a los demás; y en el mismo instante se adelantaron<br />

los dos hermanos, sintiendo la necesidad de hacer algo. Unas pocas<br />

palabras cruzadas entre los dos fueron suficientes. El caso no admitía<br />

divergencias de opinión: debían acudir al salón inmediatamente. Mana se<br />

unió a ellos con el mismo propósito, sintiéndose en aquellos momentos la<br />

más fuerte de los tres; pues el mismo motivo que había empujado a Julia<br />

a salir era el más dulce soporte para ella. Que Henry Crawford hubiera<br />

retenido su mano en aquel momento (un momento de prueba e<br />

importancia tan singulares) valía por años de duda y ansiedad. Ella lo<br />

interpretó como un signo de la más formal de las determinaciones, cosa<br />

que le daba ánimos para enfrentarse con su padre. Los tres salieron, sin<br />

prestar la menor atención a la repetida pregunta de Mr. Rushworth, de<br />

«¿Debo ir también yo? ¿No seria mejor que fuera yo también? ¿No estaría<br />

bien que yo les acompañara?» Pero, apenas hubieron traspasado el<br />

umbral de la puerta, Henry Crawford se encargó de contestar la<br />

impaciente pregunta; y, alentándole por todos los medios a que<br />

presentase sus respetos a sir Thomas sin más demora, lo empujó en pos<br />

de los otros y el hombre salió, encantado, sin pensarlo más.<br />

Fanny quedó solamente con los Crawford y Mr. Yates. Sus primos no se<br />

habían acordado siquiera de ella; y como opinaba que el derecho que<br />

tenía a contar con el afecto de sir Thomas era demasiado humilde para<br />

clasificarse al lado de sus hijos, estuvo contenta de quedar atrás y tener<br />

tiempo para un respiro. Su agitación y alarma excedían de cuanto<br />

pudieran sufrir los demás, por razón de un carácter al que ni siquiera la<br />

inocencia podía evitar el sufrimiento. Estuvo a punto de desmayarse;<br />

todo el antiguo temor habitual de su tío la estaba invadiendo de nuevo,<br />

junto con un sentimiento de compasión por él y por casi todos los<br />

componentes del grupo que ante él deberian justificarse, más una<br />

ansiedad indescriptible por cuenta de Edmund. Había encontrado un<br />

asiento, donde con incontenible temblor estaba soportando todos esos<br />

espantosos pensamientos, mientras los otros tres, libres ya de toda<br />

cohibición, desahogaban su enojo lamentando la imprevista, prematura,<br />

llegada como el más funesto acontecimiento y deseando, con toda<br />

desconsideración, que el pobre sir Thomas hubiera tardado el doble en<br />

su travesía o se encontrara todavía en la Antigua.<br />

Los Crawford ponían más calor en el asunto que Mr. Yates debido a su<br />

mejor conocimiento de la familia y a que preveían con mayor claridad los<br />

consiguientes perjuicios. El hundimiento del teatro constituía para ellos<br />

una certeza; sabían que la destrucción del proyecto estaba<br />

inevitablemente al llegar. Mientras que Mr. Yates consideraba que<br />

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