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Historia del Siglo XX - Biblioteca Virtual en Salud

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120 LA ERA DE LAS CATÁSTROFES<br />

nes pragmáticas que por principio. Los reaccionarios de viejo estilo prohibían<br />

<strong>en</strong> ocasiones algunos partidos, sobre todo el comunista, pero no todos.<br />

Tras el derrocami<strong>en</strong>to de la efímera república soviética húngara de 1919, el<br />

almirante Horthy, al fr<strong>en</strong>te <strong>del</strong> llamado reino de Hungría —que no t<strong>en</strong>ía ni<br />

rey ni flota—, gobernó un estado autoritario que siguió si<strong>en</strong>do parlam<strong>en</strong>tario,<br />

pero no democrático, al estilo oligárquico <strong>del</strong> siglo xvin. Todas esas fuerzas<br />

t<strong>en</strong>dían a favorecer al ejército y a la policía, o a otros cuerpos capaces de<br />

ejercer la coerción física, porque repres<strong>en</strong>taban la def<strong>en</strong>sa más inmediata<br />

contra la subversión. En muchos lugares su apoyo fue fundam<strong>en</strong>tal para que<br />

la derecha asc<strong>en</strong>diera al poder. Por último, todas esas fuerzas t<strong>en</strong>dían a ser<br />

nacionalistas, <strong>en</strong> parte por res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to contra algunos estados extranjeros,<br />

por las guerras perdidas o por no haber conseguido formar un vasto imperio,<br />

y <strong>en</strong> parte porque agitar una bandera nacional era una forma de adquirir legitimidad<br />

y popularidad. Había, sin embargo, difer<strong>en</strong>cias <strong>en</strong>tre ellas.<br />

Los autoritarios o conservadores de viejo cuño —el almirante Horthy <strong>en</strong><br />

Hungría; el mariscal Mannerheim, v<strong>en</strong>cedor de la guerra civil de blancos<br />

contra rojos <strong>en</strong> la nueva Finlandia indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te; el coronel, y luego mariscal,<br />

Pilsudski, libertador de Polonia; el rey Alejandro, primero de Serbia y<br />

luego de la nueva Yugoslavia unificada; y el g<strong>en</strong>eral Francisco Franco de<br />

España— carecían de una ideología concreta, más allá <strong>del</strong> anticomunismo<br />

y de los prejuicios tradicionales de su clase. Si se <strong>en</strong>contraron <strong>en</strong> la posición<br />

de aliados de la Alemania de Hitler y de los movimi<strong>en</strong>tos fascistas <strong>en</strong> sus<br />

propios países, fue sólo porque <strong>en</strong> la coyuntura de <strong>en</strong>treguerras la alianza<br />

«natural» era la de todos los sectores de la derecha. Naturalm<strong>en</strong>te, las consideraciones<br />

de carácter nacional podían interponerse <strong>en</strong> ese tipo de alianzas.<br />

Winston Churchill, que era un claro, aunque atípico, repres<strong>en</strong>tante de la<br />

derecha más conservadora, manifestó cierta simpatía hacia la Italia de Mussolini<br />

y no apoyó a la República española contra las fuerzas <strong>del</strong> g<strong>en</strong>eral<br />

Franco, pero cuando Alemania se convirtió <strong>en</strong> una am<strong>en</strong>aza para Gran Bretaña,<br />

pasó a ser el líder de la unidad antifascista internacional. Por otra parte,<br />

esos reaccionarios tradicionales tuvieron también que <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse <strong>en</strong> sus<br />

países a la oposición de g<strong>en</strong>uinos movimi<strong>en</strong>tos fascistas, que <strong>en</strong> ocasiones<br />

gozaban de un fuerte apoyo popular.<br />

Una segunda corri<strong>en</strong>te de la derecha dio lugar a los que se han llamado<br />

«estados orgánicos» (Linz, 1975, pp. 277 y 306-313), o sea, regím<strong>en</strong>es conservadores<br />

que, más que def<strong>en</strong>der el ord<strong>en</strong> tradicional, recreaban sus principios<br />

como una forma de resist<strong>en</strong>cia al individualismo liberal y al desafío que<br />

planteaban el movimi<strong>en</strong>to obrero y el socialismo. Estaban animados por la<br />

nostalgia ideológica de una Edad Media o una sociedad feudal imaginadas,<br />

<strong>en</strong> las que se reconocía la exist<strong>en</strong>cia de clases o grupos económicos, pero se<br />

conjuraba el peligro de la lucha de clases mediante la aceptación de la jerarquía<br />

social, y el reconocimi<strong>en</strong>to de que cada grupo social o «estam<strong>en</strong>to»<br />

desempeñaba una función <strong>en</strong> la sociedad orgánica formada por todos y debía<br />

ser reconocido como una <strong>en</strong>tidad colectiva. De ese sustrato surgieron diversas<br />

teorías «corporativistas» que sustituían la democracia liberal por la repre-

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