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Historia del Siglo XX - Biblioteca Virtual en Salud

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EL «SOCIALISMO REAL», 391<br />

ganador se queda con todo, y el perdedor, con nada. Como sabemos, hasta<br />

los estados liberales lucharon <strong>en</strong> las dos guerras mundiales con la misma<br />

m<strong>en</strong>talidad, y no reconocieron límite alguno al sufrimi<strong>en</strong>to que estaban dispuestos<br />

a imponer a la población «<strong>en</strong>emiga», y, <strong>en</strong> la primera guerra mundial,<br />

incluso a sus propias fuerzas armadas. De hecho, incluso la persecución<br />

de colectivos humanos <strong>en</strong>teros, definidos a priori, se convirtió <strong>en</strong> parte de la<br />

guerra, como lo muestra el internami<strong>en</strong>to <strong>en</strong> campos de conc<strong>en</strong>tración,<br />

durante la segunda guerra mundial, de todos los ciudadanos estadounid<strong>en</strong>ses<br />

de orig<strong>en</strong> japonés o de todos los alemanes o austriacos resid<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> Gran<br />

Bretaña, con el argum<strong>en</strong>to de que podían cont<strong>en</strong>er ag<strong>en</strong>tes <strong>en</strong>emigos <strong>en</strong><br />

pot<strong>en</strong>cia. Esta fue una parte de la caída desde el progreso de la civilización<br />

<strong>en</strong> el siglo xix hasta este r<strong>en</strong>acimi<strong>en</strong>to de la barbarie que recorre este libro<br />

como un hilo oscuro.<br />

Por suerte, <strong>en</strong> los estados constitucionales y preferiblem<strong>en</strong>te democráticos<br />

donde rige el imperio de la ley y hay libertad de pr<strong>en</strong>sa, exist<strong>en</strong> algunos contrapesos.<br />

En un sistema de poder absoluto, no los hay, aunque pued<strong>en</strong> acabar<br />

apareci<strong>en</strong>do limitaciones conv<strong>en</strong>cionales al poder, aunque sólo sea por razones<br />

de superviv<strong>en</strong>cia y porque el uso <strong>del</strong> poder absoluto puede ser contraproduc<strong>en</strong>te.<br />

La paranoia es su resultado final lógico. Tras la muerte de Stalin, sus<br />

sucesores llegaron a un acuerdo tácito para poner punto final al derramami<strong>en</strong>to<br />

de sangre, aunque (hasta la época de Gorbachov) fueron los disid<strong>en</strong>tes <strong>del</strong><br />

interior y los estudiosos o los publicistas <strong>del</strong> exterior los que se ocuparon de<br />

evaluar el coste humano total de las décadas de gobierno de Stalin. A partir<br />

de <strong>en</strong>tonces, los políticos soviéticos murieron <strong>en</strong> la cama, y <strong>en</strong> ocasiones a<br />

edad avanzada. Mi<strong>en</strong>tras los gulags se vaciaban a finales de los años cincu<strong>en</strong>ta,<br />

la URSS seguía si<strong>en</strong>do una sociedad que trataba mal a sus ciudadanos<br />

según criterios occid<strong>en</strong>tales, pero dejó de ser una sociedad que los <strong>en</strong>carcelaba<br />

y asesinaba <strong>en</strong> una escala única por sus dim<strong>en</strong>siones. De hecho, a finales de<br />

los och<strong>en</strong>ta, su población reclusa era proporcionalm<strong>en</strong>te inferior a la de los<br />

Estados Unidos (268 presos por cada 100.000 habitantes, fr<strong>en</strong>te a 426 por<br />

100.000 <strong>en</strong> los Estados Unidos) (Walker, 1991). Además, <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta<br />

y set<strong>en</strong>ta la URSS se convirtió <strong>en</strong> una sociedad <strong>en</strong> la que el ciudadano de a<br />

pie seguram<strong>en</strong>te corría m<strong>en</strong>os peligro de ser asesinado por criminales, por<br />

conflictos civiles o por el estado que <strong>en</strong> muchos países de Asia, África y<br />

América. No obstante, siguió si<strong>en</strong>do un estado policial, una sociedad autoritaria<br />

y, de acuerdo con cualquier criterio realista, car<strong>en</strong>te de libertad. Sólo<br />

la información autorizada oficialm<strong>en</strong>te estaba al alcance <strong>del</strong> ciudadano —la<br />

propagación de la otra siguió estando p<strong>en</strong>ada por la ley, por lo m<strong>en</strong>os técnicam<strong>en</strong>te,<br />

hasta la política de glasnost («transpar<strong>en</strong>cia») de Gorbachov—, y la<br />

libertad de desplazami<strong>en</strong>to y resid<strong>en</strong>cia estaba sujeta a autorización oficial,<br />

un obstáculo cada vez más teórico <strong>en</strong> el interior de la URSS, pero muy real<br />

cuando se trataba de cruzar la frontera, aunque fuese la de un país socialista<br />

«amigo». En todos estos aspectos, la URSS permaneció <strong>en</strong> una situación de<br />

inferioridad <strong>en</strong> comparación con la Rusia zarista. Además, aunque <strong>en</strong> la<br />

mayoría de los casos regía el imperio de la ley, la facultad de imponer un

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