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Historia del Siglo XX - Biblioteca Virtual en Salud

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EL «SOCIALISMO REAL» 3 8 9<br />

En muchos s<strong>en</strong>tidos, Stalin, bajito, 8 cauteloso, inseguro, cruel, noctámbulo<br />

e infinitam<strong>en</strong>te suspicaz, parece un personaje sacado de las Vidas de los<br />

doce cesares de Suetonio más que de la política moderna. De apari<strong>en</strong>cia nada<br />

impresionante, «una mancha gris», como lo llamó un observador contemporáneo<br />

<strong>en</strong> 1917 (Sujánov), fue conciliador y maniobrero cuando hizo falta,<br />

hasta que llegó a la cumbre; aunque sus considerables dotes personales ya lo<br />

habían llevado muy cerca de la cumbre antes de la revolución. Fue miembro<br />

<strong>del</strong> primer gobierno revolucionario con el cargo de comisario para las nacionalidades.<br />

Cuando se convirtió por fin <strong>en</strong> jefe indiscutible <strong>del</strong> partido y (<strong>en</strong><br />

la práctica) <strong>del</strong> estado, le faltaba la noción de destino personal, el carisma<br />

y la confianza <strong>en</strong> sí mismo que hicieron de Hitler el fundador y jefe acatado<br />

de su partido y le granjearon la lealtad de sus allegados sin necesidad de<br />

coacciones. Stalin gobernó su partido, al igual que todo lo que estaba al<br />

alcance de su poder personal, por medio <strong>del</strong> terror y <strong>del</strong> miedo.<br />

Convirtiéndose <strong>en</strong> una especie de zar, def<strong>en</strong>sor de la fe ortodoxa secular,<br />

el cuerpo de cuyo fundador, transformado <strong>en</strong> santo secular, esperaba a los<br />

peregrinos fuera <strong>del</strong> Kremlin, Stalin demostró un agudo s<strong>en</strong>tido de las relaciones<br />

públicas. Para un amasijo de pueblos agrícolas y ganaderos cuya m<strong>en</strong>talidad<br />

era la equival<strong>en</strong>te de la <strong>del</strong> siglo xi occid<strong>en</strong>tal, esta era con seguridad<br />

la forma más eficaz de establecer la legitimidad <strong>del</strong> nuevo régim<strong>en</strong>, al igual<br />

que los catecismos simples, sin matices y dogmáticos a los que Stalin redujo<br />

el «marxismo-l<strong>en</strong>inismo» eran ideales para comunicar ideas a la primera<br />

g<strong>en</strong>eración de individuos que sabían leer y escribir. 9 Tampoco se puede ver<br />

su terror como la simple afirmación <strong>del</strong> poder personal ilimitado <strong>del</strong> tirano.<br />

No cabe duda de que Stalin disfrutaba con el poder, con el miedo que inspiraba,<br />

con su capacidad de dar la vida o la muerte, <strong>del</strong> mismo modo que no<br />

hay duda de que no le importaban <strong>en</strong> absoluto las comp<strong>en</strong>saciones materiales<br />

de las que algui<strong>en</strong> <strong>en</strong> su posición podía b<strong>en</strong>eficiarse. Pero, cualesquiera<br />

que fues<strong>en</strong> sus peculiaridades psicológicas, el terror estalinista era, <strong>en</strong> teoría,<br />

un instrum<strong>en</strong>to táctico tan racional como su cautela cuando no controlaba las<br />

cosas. Ambos se basaban <strong>en</strong> el principio de evitar riesgos, que, a su vez,<br />

reflejaba la falta de confianza <strong>en</strong> su capacidad de análisis de las situaciones<br />

(«de análisis marxista», <strong>en</strong> jerga bolchevique) por la que L<strong>en</strong>in había destacado.<br />

La terrorífica carrera de Stalin no ti<strong>en</strong>e s<strong>en</strong>tido salvo si se la ve como<br />

la persecución terca e incesante <strong>del</strong> objetivo utópico de una sociedad comunista<br />

a cuya reafirmación consagró Stalin la última de sus publicaciones,<br />

pocos meses antes de morir (Stalin, 1952).<br />

Todo lo que habían conseguido los bolcheviques con la revolución de<br />

8. Este autor, que vio el cuerpo embalsamado de Stalin <strong>en</strong> el mausoleo de la Plaza Roja<br />

antes de que fuese trasladado <strong>en</strong> 1957, recuerda la impresión que le causó ver un hombre tan<br />

diminuto y, sin embargo, tan poderoso. Es significativo que todas sus filmaciones y fotografías<br />

disimularan el hecho de que sólo medía un metro ses<strong>en</strong>ta.<br />

9. Y no sólo los catecismos: la Breve <strong>Historia</strong> <strong>del</strong> Partido Comunista soviético de 1939,<br />

a pesar de sus m<strong>en</strong>tiras y limitaciones intelectuales, es un texto magistral desde el punto de vis<br />

ta pedagógico.

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