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Historia del Siglo XX - Biblioteca Virtual en Salud

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504 EL DERRUMBAMIENTO<br />

tos de las elites, que a partir de la mitad <strong>del</strong> siglo estaban formados básicam<strong>en</strong>te<br />

por personas que habían t<strong>en</strong>ido una educación superior. El público de<br />

la ópera y <strong>del</strong> teatro, los lectores de los clásicos de cada país y de la clase<br />

de poesía y teatro que los críticos toman <strong>en</strong> serio, los visitantes de museos y<br />

galerías de arte eran, <strong>en</strong> una abrumadora mayoría, personas que habían completado<br />

una educación secundaria, exceptuando el mundo socialista, donde<br />

la industria <strong>del</strong> ocio <strong>en</strong>caminada a maximizar los b<strong>en</strong>eficios se mantuvo controlada<br />

(mi<strong>en</strong>tras lo estuvo). La cultura común de cualquier país urbanizado<br />

de fines <strong>del</strong> siglo xx se basaba <strong>en</strong> la industria <strong>del</strong> <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de masas —<br />

cine, radio, TV, música pop—, <strong>en</strong> la que también participaba la elite, al<br />

m<strong>en</strong>os desde el triunfo <strong>del</strong> rock, y a la que los intelectuales dieron un giro<br />

refinado para adecuarla a los gustos de la elite.<br />

Más allá, la segregación era cada vez más completa, porque la mayoría <strong>del</strong><br />

público a que apelaba la industria de masas sólo se <strong>en</strong>contraba por accid<strong>en</strong>te<br />

y de forma ocasional con los géneros por los que se apasionaban los <strong>en</strong>t<strong>en</strong>didos<br />

de la alta cultura, como cuando un aria de Puccini cantada por Pavarotti<br />

se asoció a los Mundiales de fútbol de 1990, o cuando breves temas de Ha<strong>en</strong><strong>del</strong><br />

o Bach aparecían subrepticiam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> algún anuncio de televisión.<br />

Si uno no quería integrarse <strong>en</strong> las clases medias, no t<strong>en</strong>ía que molestarse<br />

<strong>en</strong> ver las obras de Shakespeare. Por el contrario, si uno lo quería, si<strong>en</strong>do la<br />

forma más obvia de hacerlo pasar los exám<strong>en</strong>es de la escuela secundaria, no<br />

podía dejar de verlas, ya que eran materia de exam<strong>en</strong>. En casos extremos, de<br />

los que la clasista Gran Bretaña era un ejemplo notable, los periódicos dirigidos<br />

respectivam<strong>en</strong>te a la g<strong>en</strong>te instruida y a la que no lo estaba parecían<br />

proceder de universos difer<strong>en</strong>tes.<br />

Más específicam<strong>en</strong>te, la extraordinaria expansión de la educación superior<br />

proporcionó cada vez más empleo y se convirtió <strong>en</strong> un mercado para<br />

hombres y mujeres con escaso atractivo comercial. Esto se podía advertir<br />

sobre todo <strong>en</strong> la literatura. Había poetas <strong>en</strong>señando, o al m<strong>en</strong>os trabajando,<br />

<strong>en</strong> las universidades. En algunos países las ocupaciones de novelista y profesor<br />

se superponían de tal forma que <strong>en</strong> los años ses<strong>en</strong>ta apareció un género<br />

nuevo que prosperó rápidam<strong>en</strong>te, habida cu<strong>en</strong>ta que un gran número de lectores<br />

pot<strong>en</strong>ciales estaban familiarizados con el medio: la novela de campus<br />

que, además de la materia habitual de la ficción, la relación <strong>en</strong>tre los sexos,<br />

trataba de cuestiones más esotéricas como los intercambios académicos, los<br />

coloquios internacionales, los cotilleos universitarios y las peculiaridades de<br />

los estudiantes. Y, lo que era más arriesgado, la demanda académica al<strong>en</strong>tó la<br />

producción de una escritura creativa que se prestaba a ser diseccionada <strong>en</strong> los<br />

seminarios y que se b<strong>en</strong>eficiaba de su complejidad, cuando no era incompr<strong>en</strong>sible,<br />

sigui<strong>en</strong>do el ejemplo <strong>del</strong> gran James Joyce, cuya obra tardía tuvo<br />

tantos com<strong>en</strong>taristas como auténticos lectores. Los poetas escribían para<br />

otros poetas o para estudiantes que se esperaba que discutieran sus obras.<br />

Protegidas por salarios académicos, becas y listas de lecturas obligatorias, las<br />

artes creativas no comerciales podían esperar, si no florecer, al m<strong>en</strong>os sobrevivir<br />

cómodam<strong>en</strong>te.

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