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Historia del Siglo XX - Biblioteca Virtual en Salud

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366 LA EDAD DE ORO<br />

la g<strong>en</strong>te <strong>del</strong> campo emigraba a la ciudad por millones, e incluso <strong>en</strong> países africanos<br />

rurales donde poblaciones urbanas superiores a un tercio <strong>del</strong> total eran<br />

cada vez más habituales —Nigeria, Zaire, Tanzania, S<strong>en</strong>egal, Ghana, Costa de<br />

Marfil, Chad, República C<strong>en</strong>troafricana, Gabon, B<strong>en</strong>in, Zambia, Congo, Somalia,<br />

Liberia—, casi todo el mundo había trabajado <strong>en</strong> la ciudad, o t<strong>en</strong>ía un<br />

pari<strong>en</strong>te que vivía allí. Desde <strong>en</strong>tonces, pueblo y ciudad se <strong>en</strong>tremezclaron.<br />

Hasta las g<strong>en</strong>tes más alejadas vivían <strong>en</strong> un mundo de cubiertas de plástico,<br />

botellas d& Coca-Cola, relojes digitales baratos y fibras artificiales. Por obra<br />

de una extraña inversión <strong>del</strong> proceso histórico, las zonas más rústicas <strong>del</strong> tercer<br />

mundo empezaron a comercializar sus habilidades <strong>en</strong> el primer mundo:<br />

<strong>en</strong> las esquinas de las ciudades de Europa, grupitos de indios peripatéticos de<br />

los Andes suramericanos tocaban sus melancólicas flautas, y <strong>en</strong> las aceras<br />

de Nueva York, París y Roma, v<strong>en</strong>dedores ambulantes negros <strong>del</strong> África occid<strong>en</strong>tal<br />

v<strong>en</strong>dían baratijas a los nativos, tal como habían hecho los antepasados<br />

de estos nativos <strong>en</strong> sus expediciones comerciales al contin<strong>en</strong>te negro.<br />

La gran ciudad se convirtió <strong>en</strong> el crisol <strong>del</strong> cambio, aunque sólo fuese<br />

porque era moderna por definición. «En Lima —les decía a sus hijos un<br />

inmigrante andino— hay más progreso, mucho más roce» (Juica, 1992). Por<br />

más que los inmigrantes utilizas<strong>en</strong> las herrami<strong>en</strong>tas de la sociedad tradicional<br />

para construir su propia exist<strong>en</strong>cia urbana, creando y estructurando las<br />

nuevas barriadas de chabolas a imag<strong>en</strong> y semejanza de sus viejas comunidades<br />

rurales, <strong>en</strong> la ciudad era demasiado lo que había de nuevo y sin preced<strong>en</strong>tes;<br />

eran demasiados los hábitos propios de la ciudad que <strong>en</strong>traban <strong>en</strong><br />

conflicto con los tradicionales. En ninguna otra faceta resultaba todo ello<br />

más visible que <strong>en</strong> el comportami<strong>en</strong>to de las muchachas, de cuya ruptura con<br />

la tradición se lam<strong>en</strong>taban desde África al Perú. En un huayno de Lima<br />

(La gringa), un muchacho inmigrado se lam<strong>en</strong>ta:<br />

Cuando viniste de tu tierra, eras una chica <strong>del</strong> campo,<br />

ahora que estás <strong>en</strong> Lima, llevas un peinado de ciudad.<br />

Hasta dices «por favor». Voy a bailar el twist.<br />

No seas vanidosa, sé m<strong>en</strong>os orgullosa<br />

Entre tu pelo y el mío. no hay difer<strong>en</strong>cia.<br />

(Mangin, 1970, pp. 31-32)'"<br />

La idea de modernidad pasó de la ciudad al campo (incluso a los lugares<br />

donde la vida rural no había sido transformada por los nuevos cultivos, la<br />

nueva tecnología y las nuevas formas de organización y comercialización), a<br />

10. En Nigeria, nos <strong>en</strong>contramos con la imag<strong>en</strong> <strong>del</strong> nuevo tipo de chica africana <strong>en</strong> las<br />

crónicas de Onitsha: «Las chicas ya no son los juguetes tradicionales, apacibles y recatados de<br />

sus padres. Escrib<strong>en</strong> cartas de amor. Son coquetas. Les exig<strong>en</strong> regalos a sus novios y a sus víctimas.<br />

Incluso <strong>en</strong>gañan a los hombres. Ya no son las tontitas que había que ganarse a través de<br />

sus padres» (Nwoga. 1965, pp. 178-179).

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