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La sordoceguera - APSA

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funcional, utilizando el currículo escolar como referente básico para la identificación de dichas<br />

necesidades y la determinación de los servicios específicos que un alumno pudiera precisar en un<br />

momento dado (Bautista, R, 1993, p.15).<br />

Se trata así de conocer el perfil del alumno sordociego, sus dificultades y limitaciones por un<br />

lado, determinando si éstos tienen una base orgánica además de ambiental, y sus potencialidades de<br />

desarrollo por otro, valorando a la vez los recursos educativos que precisa y en qué tipo de escuela<br />

puede encontrarlos. Este análisis nos conecta de nuevo con el tema de la integración escolar. Como<br />

filosofía educativa, la integración escolar aboga por el derecho de todos los niños a ser incluidos en<br />

los programas escolares generales. <strong>La</strong>s escuelas deberán ser ahora responsables de adaptar sus<br />

programas a las necesidades educativas únicas del niño. El énfasis recae precisamente sobre esas<br />

necesidades, siendo el objetivo perseguido el garantizar en la escuela una adecuada respuesta a las<br />

mismas.<br />

Este cambio conceptual ha abierto perspectivas diferentes en el campo de la educación<br />

especial, entendida ahora como respuesta educativa diversa a “n.e.e.” también diversas. Como<br />

indican Marchesi y Martín “por un lado ha ampliado los límites de la educación especial, que ahora<br />

incluyen un mayor número de alumnos, y la ha incorporado dentro del sistema educativo normal.<br />

Por otro, ha situado en la propia escuela la mayor parte de los problemas de los alumnos, urgiendo<br />

un replanteamiento de sus objetivos y haciendo ver la necesidad de su reforma. Y finalmente, ha<br />

subrayado la indisociable vinculación entre las n.e.e. y la provisión de recursos educativos para<br />

hacerles frente” (Marchesi, A. y Martín, E. , 1990, p. 21).<br />

Es de esperar que esta nueva conceptualización dé lugar a una escuela abierta a la<br />

diversidad preocupada, no tanto por lo que le pasa al niño, cuanto por lo que éste necesita desde el<br />

punto de vista educativo para incorporarse plenamente a la sociedad; una escuela para todos,<br />

que no es la escuela que integra a los diferentes, sino la que asume que todos los alumnos y<br />

alumnas son diferentes como personas, incluido los niños sordociegos. Como indica López Melero<br />

“la escuela comprensiva que aspira a asumir de forma integradora la diversidad, es el germen de lo<br />

que ha de constituir una sociedad democrática, pluralista y socializante. En una sociedad pluralista<br />

se han de aceptar las diferencias y las heterogeneidades de las personas como potencial para que la<br />

sociedad avance y llegue a ser éticamente madura” (López Melero, M. , 1993, p. 41).<br />

<strong>La</strong> consideración de todo ello nos conduce ahora a analizar la aplicación de los conceptos<br />

expuestos a la práctica educativa y a perfilar los cambios que se precisan para lograr los objetivos<br />

perseguidos respecto a la nee <strong>sordoceguera</strong>.<br />

- 187 -<br />

J. Inmaculada Sánchez Casado. Tesis Doctoral LA SORDOCEGUERA.<br />

5.- El reto teórico-práctico que<br />

implica trabajar en <strong>sordoceguera</strong>.<br />

<strong>La</strong> puesta en práctica de esta concepción educativa plantea ciertos requisitos de distinta índole<br />

que no se hallaban garantizados en el sistema educativo existente. En otras palabras, sobre la base<br />

de los nuevos principios integradores, en todos los países que a ellos se han adscrito, se ha iniciado<br />

la reforma del sistema de educación para adaptarlo a las exigencias planteadas, precedida esta reforma<br />

en todos los casos por un cúmulo legislativo que ha habido que ir progresivamente llenando de<br />

contenido.<br />

Diversos autores han tratado de sistematizar los cambios generados por dicha reforma<br />

exprensándolos en forma de requisitos exigibles para una actuación educativa integradora. Así,<br />

Casanova M.A. (1990) hace referencia a exigencias materiales, personales y funcionales<br />

en el ámbito educativo. Dentro de las exigencias materiales incluye la eliminación de<br />

barreras arquitectónicas y la disponibilidad de los recursos didácticos necesarios. Como exigencias<br />

personales plantea: la adecuada formación inicial y permanente del profesorado; la reducción del<br />

número de alumnos por aula; la incorporación del profesor de apoyo al centro, con funciones<br />

diversificadas en relación con los alumnos, el resto de los profesores, el claustro del centro y los<br />

padres; y finalmente, la intervención de otros profesionales especializados y de los equipos<br />

psicopedagógicos y multiprofesionales.<br />

En cuanto a las exigencias funcionales para la integración señaladas por la autora se incluyen<br />

en la organización de los anteriores elementos materiales y personales; el proyecto educativo del<br />

centro y las adaptaciones curriculares que incidirán, tanto en los elementos del propio currículo,

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