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La sordoceguera - APSA

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seguros de sí mismos, y establecen buenas relaciones de entendimiento y cooperación con éstos.<br />

Este tipo de investigaciones constatan la importancia de que el maestro mantenga un nivel<br />

de reflexión y conciencia sobre su práctica de docente, a fin de que las percepciones y expectativas<br />

que hace de sus alumnos sordociegos sean correctas, sin dejarse llevar por juicios estereotipados y<br />

prácticas rutinarias. Esto es más necesario, si cabe cuando su clase tiene anees sordociegos<br />

presimbólicos o de bajo nivel.<br />

7. Dinámica familiar y participación laboral.<br />

A. El primer núcleo de participación: “la familia”.<br />

<strong>La</strong> familia de un niño sordociego debe participar activamente en el zigzagueante proceso<br />

de “toma de decisiones” y contribuir a determinar la más mínima incidencia en la vida del hijo. Así<br />

pues, asumirá consecuencias inevitables de éxito o de fracaso como riesgo inherente ante cualquier<br />

opción educativa. Dicha actividad real se constituye, en un elemento esencial de trabajo y<br />

por ende de planteamiento psicoeducativo. Los padres conforman el primer grupo agente, y<br />

el fundamental, del proceso educacional del niño, jugando un protagonismo sin igual durante los<br />

primeros años. <strong>La</strong> razón que justifica tal argumentación arranca de su propia relación directa. <strong>La</strong><br />

diada padres-hijo es la que cuenta con más oportunidades para influir en el comportamiento del niño,<br />

y favorecer así un mayor desarrollo.<br />

Integrarles en el proceso de educación de sus hijos sordociegos, ya desde el mismo programa<br />

de intervención precoz, permitirá optimizar el complejo núcleo de planteamiento psicoeducativo.<br />

Bibliografía específica sobre el tema ha demostrado que la intervención de los padres en la<br />

rehabilitación conductual de sus hijos es, siempre fundamental (Polaino Lorente, 1981); siendo cada<br />

vez más numerosas las investigaciones dedicadas a valorar dichas ventajas. Autores como Andrews<br />

(1981), Shearer&Shearer (1976) o Tjossem (1976) avalan clásicamente la propuesta de implicar<br />

activamente a los padres del niño en los programas psicoeducativos. Cuando la familia coopera en<br />

la intervención, el mantenimiento y generalización de los aprendizajes incrementan sensiblemente<br />

- 523 -<br />

J. Inmaculada Sánchez Casado. Tesis Doctoral LA SORDOCEGUERA.<br />

las posibilidades de producirse (Cunningham, 1985 y Dueñas, 1988).<br />

<strong>La</strong>s consecuencias de tal intervención son variadas; concluimos con Fallen y Umansky que<br />

tanto en importancia como en diversidad, ya que apuntan, desde el establecimiento de un estrecho<br />

vínculo entre padre&hijo, pasando por aumentar la motivación de ambos, especialmente la del niño<br />

sordociego, además de la propia capacidad de respuesta, o la frecuencia de contingencias, hasta<br />

provocar una mejora de interadaptación, y por supuesto más efectividad educativa desde un punto de<br />

vista familiar. En esta línea, y después de una revisión de resultados referidos a varios programas de<br />

intervención, Bronfenbrenner (1974) indicaba que el primer objetivo de la misma, durante el<br />

intervalo primario, es decir, aquel de cero a tres años, no era otro que “el establecimiento de unas<br />

relaciones emocionales constantes a través de la participación padre e hijo obtenida por la<br />

interacción alrededor de actividades que son desafíos para los niños” (p.56).<br />

El papel de la familia en la educación de un hijo sordociego ha cambiado, especialmente a<br />

partir de la últimas décadas, evolucionando desde una concepción específica protectora, por<br />

supuesto de “custodia” al nuevo planteamiento de habilitación y educación normalizadora.<br />

Paradójicamente el énfasis por parte de los profesionales se ha desviado del proceso de aceptación del<br />

niño n.e.e., en nuestro caso sordociego, a la participación en la educación del hijo, pero sobre todo<br />

en el hecho de desempeñar el rol primordial. Así pues, la coloboración suscitada entre padres y<br />

profesionales (desde el propio médico, psicopedagogo, auxiliar, etc) debe ser bastante estrecha. Y<br />

ello debe ser así porque ambos nudos tienen elementos de información esenciales para optimizar la<br />

intervención:<br />

-Los padres son los que conocen mejor a su hijo, así como el ambiente en el que crece.<br />

-Los profesionales conocen los principios, estrategias, y métodos generales de intervención e<br />

igualmente los conocimientos generales psicopedagogícos específicos sobre el handicap.<br />

Este principio básico, en el que al parecer todos los sectores educativos están de acuerdo,<br />

manifiesta numerosos obstáculos cuando nos planteamos un abordaje operativo de la situación.<br />

Realmente el problema radica en el momento de llevarlo a la práctica, es decir, cómo vehicular<br />

esta participación. Dicha cuestión todavía no ha sido totalmente resuelta, para lo cual se<br />

suelen obtener orientaciones de caracter general. De cara a explicitar algo más sobre la intervención

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