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La sordoceguera - APSA

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grecolatina-, todo niño, era considerado propiedad familiar y por tanto mantenido como un “enser<br />

doméstico” que podía ser sacrificado en caso de necesidad o de deformidad por los padres.<br />

Los antecedentes del nacimiento de la Educación Especial están caracterizados por la ignorancia y el<br />

rechazo hacia los individuos excepcionales. <strong>La</strong> historia nos cuenta como los Espartanos durante la<br />

dictadura de Licurgo, despeñaban a aquellos niños con defectos físicos que les impidiesen dedicarse a<br />

la milicia para la que les entrenaban desde los cinco años.<br />

No tienen nada de extraño, ya que en todas las sociedades antiguas era normal el infanticidio<br />

cuando se observaban malformaciones en los niños. El mismo Séneca justifica la eliminación de<br />

niños inválidos y deformes. Sabemos por las crónicas que cuando se presentaba un recién nacido al<br />

“paterfamilias” romano, él podía decidir, con una simple inclinación de cabeza o tomando al niño<br />

entre sus brazos, si lo aceptaba o no. Si no lo aceptaba se le debía abandonar en la calle. Era<br />

desposeido de todos los derechos, y se convertía en un pordiosero, en un pícaro o en un explotado<br />

por cualquier adulto que le cobijase, quien frecuentemente recurría a mutilarlo para practicar la<br />

mendicidad.<br />

Muchos otros aspectos podríamos enfocar de esas primeras referencias a los niños especiales,<br />

esencialmente a los denominados sensoriales. En casi todas ellas se mantiene la misma<br />

tendencia, el niño deficiente es propiedad de sus padres, o del gobierno; y su educación era casi, casi<br />

“un milagro”; en gran parte debida a la labor y experiencias acumuladas por los primeros pedagogos<br />

o maestros con problemas visuales. Cuya dedicación trajo como fruto la posibilidad de tocar<br />

algún instrumento y aprender los sones más solicitados de la época. Utilizando el ritmo y la<br />

melodía enseñaban cantares y todo tipo de relatos míticos que eran aprendidos de viva voz,<br />

demostrando con el transcurso de los siglos que podían ser educados a pesar de ser faltos de vista,<br />

esto es, a pesar de ser ciegos.<br />

Algunos destacaron por su inteligencia y cultura, como el caso del ciego Tiresías cuyas<br />

dotes adivinatorias fueron famosas en la antigüedad. Cicerón cita en su obra “De Disputationes<br />

Tusculanae” a Eusebio ”el Asiático” y a otros ciegos cultos que se dedicaban a dar clases de<br />

filosofía, retórica, dialéctica y otras disciplinas.<br />

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J. Inmaculada Sánchez Casado. Tesis Doctoral LA SORDOCEGUERA.<br />

b. El aporte cristiano a la “diferencia”.<br />

Con la llegada del cristianismo se produce una nueva orientación en el trato a los niños<br />

“diferentes”. El pensamiento cristiano, desde sus orígenes, promete un nuevo talante sobre la<br />

infancia. <strong>La</strong>s palabras de Cristo: dejad que los niños vengan a mí y el que recibiere a uno de<br />

estos pequeños en mi nombre, a mí me recibe, ... testimonian una ternura vigilante, a la que<br />

responde la amenaza terrible contra quienes escandalizan a uno de estos pequeñuelos (Gratiot et<br />

al. 1978). Durante la Edad Media, la Iglesia condena el infanticidio, pero por otro lado alienta la<br />

idea de atribuir causas sobrenaturales a las anormalidades que padecen las personas, incluso se<br />

conceptualiza las taras como castigo divino o abandono de Dios.<br />

De esta forma puede ocurrir que los padres hayan cometido “algún pecado” y como<br />

consecuencia del mismo aparece la discapacidad en el hijo, estigmatizándolo como “diferente”<br />

ante los ojos de los demás miembros de la comunidad; o también puede suceder que se haya<br />

producido una posesión diabólica del hijo o de la madre. <strong>La</strong> deficiencia sería la manifestación<br />

externa de esa posesión, considerando al niño, un ser poseído por el demonio o “hijo de éste” u<br />

otros espíritus infernales. Por lo tanto, ante tanta minusvalía o anormalidad exteriorizada, era<br />

forzosamente necesario erradicar el mal que anidaba en las mismas criaturas, y para ello acudían a<br />

todo tipo de prácticas exorcistas, sometiendo al niño diferente, en multitud de ocasiones, a ciertos<br />

rituales, que terminaban tristemente con su vida.<br />

<strong>La</strong> época patrística testimonia, a su vez, preocupaciones educativas en las que se transparenta<br />

una psicopedagogía preocupada por los valores. <strong>La</strong>s Cartas de San Jerónimo son una buena<br />

prueba de ello. A este respecto, en su Epístola a Pamaquio y Oceáno, recoge la figura de Dídimo<br />

de Alejandría, maestro y director de la Escuela Catequística durante más de medio siglo a pesar de su<br />

ceguera. Asimismo Rufino manifiesta la gran erudición de su maestro ciego cuyas lecciones orales<br />

magistrales fueron aplaudidas hasta por el mismo San Jerónimo con estas palabras: “Mi cabeza<br />

comenzaba a cubrirse de cabellos blancos, que más cuadran a un maestro que a un discípulo. Sin<br />

embargo, escuchaba las enseñanzas de Dídimo y tengo muchos motivos para agradecérselas”.<br />

De ahí que tengamos constancia de uno de los primeros métodos de lectoescritura

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