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La sordoceguera - APSA

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parte de su cuerpo, por lo que el educador debía jugar a realizarlo. Es imprescindible calcular la<br />

intensidad de la presión, puesto que la niña debe sentir la acción de sus propias manos no<br />

específicamente la impresión de las manos que le ayudan.<br />

Este juego no sólo se realizaba en situaciones de cierta seguridad, sino en otras en que<br />

existiese interacción con el adulto. Es muy importante observar si Reme tomaba la iniciativa de<br />

comenzar a jugar por sí misma; por ejemplo en ocasiones como cuando se dirigía a la estantería y<br />

tomaba el tententieso caleidoscópico. Aunque esta conducta se daba bastante avanzado el segundo<br />

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LA SORDOCEGUERA. Tesis Doctoral J. Inmaculada Sánchez Casado.<br />

trimestre, puesto que al principio de comenzar el programa estaba una gran parte del tiempo<br />

tumbada en la colchoneta. Realmente no parecía una niña de siete años, sus apenas dieciseis kilos<br />

de peso y unos 90 cm. de altura, envueltos en posiciones casi fetales contribuían a reafirmar su<br />

indefensión, tal vez aprendida hacia el nuevo medio, que suponía su internamiento en el CEE de<br />

Sordos.<br />

Cuando estaba acostada de espaldas, con los brazos flexionados en los codos, mantenía los<br />

puños cerrados a cada lado de la cabeza. No se podía sentar sola, y cuando lo hacía necesitaba de<br />

apoyo; le era difícil mantener la cabeza en equilibrio. El tutor se solía sentar en un sillón espacioso,<br />

colocándola en su regazo con la espalda hacia él, e inclinándose un poco hacia atrás para que tenga<br />

el mismo apoyo que si estuviera en una sillita para bebés. Entonces, coge suavemente sus manos,<br />

y se las junta, mientras dice:”puedes jugar con tus manos” , o “qué bonitas manos tienes”, ...<br />

A continuación, guiaba una mano hacia su boca y luego la otra, para signar JUGAR, con<br />

éstas próximas a sus labios, y al mismo tiempo le seguía hablando permanentemente de lo que<br />

están haciendo juntos, o ella está haciendo. Cuando se toca la nariz, o la boca, se le alaba y<br />

seguidamente se hace que tocase la del adulto, repitiendo esto mismo varias veces. Reme disfruta<br />

evidentemente con esta actividad.<br />

Otra de las actividades iniciales que más supusieron cierto progreso, fue cuando se le ponía la<br />

mano en un cajita cilíndrica de metal (antes de colonia), con varias canicas dentro. Realmente este<br />

sistema no dejaba de asemejarse a un gran sonajero pero adecuado a su edad. Se la ayudaba a<br />

sostener el sonajero, guiando su otra mano hasta el extremo de la caja que sobresale más allá de la<br />

mano que la sujeta. <strong>La</strong> mediadora le dejaba decidir con qué mano deseaba comenzar. Si se le caía, no<br />

comentaba bueno se te ha caído, el enfoque positivo del control llegaba hasta comentar: “bien, aquí<br />

lo tienes otra vez”, puesto que era muy útil al igual que ocurre con los niños ciegos pequeños que<br />

tiren las cosas a su alrededor y luego se le brinde la posibilidad de recogerlas. Tal acción contribuye<br />

a la permanencia del objeto y la superación de la imagen mental del mismo.<br />

Si se colocaba un plato de plástico debajo de otro de postre y se apoyaba la cabeza de la niña<br />

encima, el menor movimiento de la niña sordociega originaba una particular vibración. Además si<br />

se frotan los platos con cáscara de naranja o se les echa azúcar perfumada con vainilla, no sólo se<br />

reforzarán los sonidos producidos por sus movimientos sino que también recibirá impresiones<br />

olfativas e incluso gustativas si empieza a explorar lo que le rodea chupando el plato -recuerda un<br />

poco la fase oral exploratoria-.<br />

Los otros compañeros sordos, aunque estuvieran tumbados en distintos lugares de la<br />

colchoneta recibían numerosas y variadas impresiones visuales, sin embargo Reme necesitaba<br />

adaptarle mucho la actividad para beneficiarse de las diversas fuentes de estímulo. Resultaba, pues,<br />

aconsejable que los cambios de superficie en que se apoyaba la cabeza de la niña estén acompañados<br />

de sonoridad; por ejemplo un trozo de papel arrugado, una bolsa de tela brillante con guisantes o<br />

arroz, o una bolsa de red con papel aluminio, canicas de plástico, trozos de espuma empleada para<br />

aislamiento, ... en definitiva cualquier clase de superficie que asocie movimiento de cabeza con<br />

particular sonido del objeto, textura y estímulo visual. No se requiere que la sonoridad o la<br />

intensidad del color sea muy fuerte, ya que la receptividad de discriminación no persigue la<br />

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compensación en un único estímulo, como ocurriría en el caso de enfrentarnos a un niño ciego<br />

donde el desarrollo de su discriminación necesita ampliarse a los sonidos muy débiles.<br />

Por tanto, habremos de colocar al alcance de Reme muchas clases distintas de objetos sobre<br />

la superficie (de chapa, cartón, espuma, moqueta, tabla,...). Si se colocan bolas distintas alrededor<br />

de su cuerpo, el menor de los movimientos redundará en el resto. Gradualmente Reme llegará a

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