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La sordoceguera - APSA

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genial sistema de los 6 puntos, inventado por Louis Braille, alumno de Valentín Haüy, causó una<br />

verdadera revolución en la instrucción de los privados de la vista, siendo el acontecimiento más<br />

importante para su revindicación tanto cultural como social, ya que les permitió demostrar que eran<br />

personas normales intelectualmente hablando, y susceptibles, por consiguiente, de ser educadas en<br />

cualquier rama del saber, marchando al unísono con la evolución tecnológica.<br />

b. <strong>La</strong> sobreexplotación infantil en la “era industrial”:<br />

una variable moduladora de la infancia inadaptada.<br />

<strong>La</strong> Revolución Industrial Inglesa del XVIII y XIX cambió las medidas amparadoras<br />

anteriores. Estableciendo ya etiquetajes en cuanto a su productividad, así aquellos niños<br />

explotados en el trabajo industrial se clasificaban en dos subgrupos: los “pobres” y los<br />

“libres”.<br />

Los niños “pobres”, es decir, los hijos de los pobres ayudados por la Iglesia, eran<br />

propiedad de ésta hasta los veintiún años de edad. Casi todos estos niños morían, especialmente los<br />

más débiles bien por enfermedad bien por defecto físico; y no existía problema para<br />

mantenerlos por mucho tiempo. Empero, cuando empezaron casi “milagrosamente” a sobrevivir,<br />

las autoridades ya no sabían qué hacer con ellos ni dónde alojarlos. Este evento constituirá un<br />

antecedente sociocultural importante que incentivará el futuro proceso de institucionalizar la<br />

d i f e r e n c i a . <strong>La</strong> necesidad de sistematizar tanto la concentración como el<br />

aislamiento en su curso vital como colectivo segregado será una pieza clave para<br />

explicar muchas ideas contemporáneas inherentes al vasto campo de la <strong>sordoceguera</strong>.<br />

<strong>La</strong> falta de mano de obra en las incipientes y prometedoras fábricas ofreció una solución<br />

puntual. Tales niños (muy jóvenes todavía de 5 y 6 años) se convirtieron en aprendices de algún<br />

dueño de fábrica, del que eran virtualmente propiedad hasta los veintiún años; no abandonaban<br />

aquella más que para ir a la iglesia los domingos, si la maquinaria estaba limpia a tiempo y se<br />

habían comportado como se les pedía, sin necesidad de ser vigilados, que era la mejor contrapartida.<br />

Trabajaban de doce a dieciseis horas cada día y no era raro que la jornada laboral se extendiera desde<br />

las tres de la mañana a las diez de la noche.<br />

- 132 -<br />

LA SORDOCEGUERA. Tesis Doctoral J. Inmaculada Sánchez Casado.<br />

Otro tipo de niños eran los niños llamados “libres”, que se llamaban así no porque gozasen<br />

de libertad frente al trabajo, sino porque no dependían del dueño de la fábrica para su subsistencia<br />

sino que iban a trabajar por mandato de sus padres, de quienes dependían. Un mandato que aunque<br />

utilizaba muchas veces la coacción física, en la mayoría de los casos no la necesitaba, el temor era<br />

suficiente. Bastaba, a veces, con apelar “al chantaje emocional” de responsabilidad, cariño y respeto<br />

del niño hacia sus padres; o provocarle sutilmente su ayuda: por la “necesidad” de la familia y su<br />

contribución “salvadora”, la mejora del bienestar en general, el hacerle sentir bien reforzando su<br />

autoestima como “pseudoadulto”, la valoración muy positiva desde el inicio del trabajo desarrollado<br />

bien por su maestría o bien por su eficacia (¡que bien lo haces!), o por su fortaleza ( ¡el niño puede<br />

más que tu, un hombre hecho y derecho!), o por su prontitud (¡eres el más ágil, corres como la<br />

máquina,...).48<br />

Muchos de éstos trabajaban desde los cinco o seis años de edad en minas de carbón o fábricas<br />

de algodón. Su sistema de trabajo difería poco del de los aprendices «pobres». Comenzaban a las<br />

cinco o las seis de la mañana y salían, cuando más pronto, a las siete o las ocho de la tarde, incluso<br />

los sábados. A la larga este sistema contribuía si eran de constitución más débil a disminuir sus<br />

expectativas de vida, enfermando rápidamente o muriendo en plena adolescencia, y si la naturaleza<br />

les regaló el don de la fortaleza, a “derrumbarles”, a hacerles viejos antes de tiempo, no sólo por<br />

los desgastes físicos, sino también psíquicos como niños, y de sobrevivir como adultos, oscuros,<br />

tímidos, inseguros, tristes, resentidos, anclados en unos modelos (posiblemente que volverán a<br />

reproduir, cerrando este pertinaz círculo) de padres dogmáticos y madres víctimas de las<br />

circunstancias con poca o nula capacidad para cambiar el curso de los acontecimientos.<br />

Simplemente porque ellas mismas, perdiendo su identidad como personas, se diluían fagocitadas,<br />

por un no sé que mal entendido amor, que borraba hasta sus mismos orígenes en la fe ciega del<br />

“esposo”, en un respeto y obediencia al “pater familias”, al padre como jefe supremo, dueño y<br />

señor de todas las cosas, incluídas la mujer y los hijos, de las cuales podría usarlas con entera<br />

libertad siempre en su propio provecho y uso, al menos de acuerdo a sus siempre acertados planes,<br />

intereses o juicios incuestionables e inmodificables, por la gracia de la ley divina y de los hombres.

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