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La sordoceguera - APSA

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ápida, pensamos que es útil distinguir entre aquellas conductas desadaptadas que presentan como<br />

consecuencia de la propia deficiencia o anomalía que padecen y aquellas otras conductas<br />

incompatibles, o conductas que dificultan la intervención psicoeducativa ya que las primeras no<br />

tienen por qué incidir o dificultar gravemente la tarea evaluativa y por ende ésta puede ser llevada a<br />

cabo sin más consideraciones.<br />

Es importante, sin embargo, tenerlas en cuenta como posibles objetivos de intervención del<br />

área de trabajo en cuanto a socialización o también como parte de un programa de HDV; mientras<br />

que las segundas son aquellas que precisamente dificultan, obstaculizan o impiden la evaluación<br />

diagnóstica, siendo conveniente en algunos casos realizar simultáneamente una intervención para<br />

reducirlas o extinguirlas antes de comenzar con un proceso de valoración propiamente dicho.<br />

Por otro lado, cuando lo que se presenta es un déficit conductual en la expresión de<br />

respuestas por parte del sujeto, una falta de atención generalizada o la discapacidad para seguir<br />

instrucciones, como comentábamos anteriormente, lo mejor es combinar otras modalidades de<br />

seguimiento como la entrevista, la observación natural y sistemática, la información generada por<br />

técnicas de investigación cualitativa en definitiva, para proceder a la explicitación de un modelo<br />

psicopedagógico de evaluación específico en este colectivo. Un modelo que identifica el<br />

proceso de evaluación indisociablemente unido al de intervención psicoeducativa como dos caras de<br />

una misma moneda; de lo contrario lo que pretenderíamos es eso: evaluar primero para luego<br />

intervenir.<br />

2. En segundo lugar, cuando partimos de premisas tan arraigadas como el hecho de<br />

enfrentarnos a las deficiencias sensoriales, en general, podemos decir que si éstas están presentes se<br />

imposibilitan los recursos más habituales de la valoración en relación a determinar sus<br />

necesidades educativas (Remington and Light, 1983; Hogg y Sebba 1986a, 1986b; Bayley y<br />

Simeonson, 1988; Márquez, Zaldívar, Rubio y Sanz, 1991; Sigafoos y Reichle, 1992; Zaldívar y<br />

Rubio, 1993).<br />

Cuando la evaluación se realiza mediante “test situacionales”, frecuentemente, se utilizan<br />

consignas verbales, estimulaciones visuales, o uso de un modelo para elicitar aquellas conductas que<br />

se pretenden explorar en el examinado. Evidentemente, esos déficits sensoriales que una persona<br />

sordociega sufre limitan el uso adecuado por parte del evaluador de dichas consignas. Con personas<br />

que padecen limitaciones auditivas, por ejemplo, hay que pensar en otro tipo de consignas<br />

evaluativas, que no sean las verbales de tipo oral exclusivo, o bien traducírselas a un codigo<br />

signado; y en el caso de los deficientes visuales habrá que sustituir las estimulaciones visuales y el<br />

modelado por otro tipo de procedimientos que puedan elicitar también la conducta criterio.<br />

En estos casos, cuando se produce aquel que ocupa nuestra investigación, si se manifiesta el<br />

déficit visual con el auditivo simultáneamente, como afirman Zaldívar, Rubio y Rodríguez Santos<br />

(1992), es necesario seleccionar procedimiento/s alternativo/s de evaluación más adecuado/s. Esta<br />

selección se deberá realizar a partir de los canales de recepción de la información que sean<br />

funcionales en cada caso individual, lo que exige tener un conocimiento previo sobre las deficiencias<br />

presentes y su grado. Por tanto se justifica plenamente, desde este punto de vista, la necesidad de<br />

contar con un soporte específico psicopedagógico para esta discapacidad.<br />

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LA SORDOCEGUERA. Tesis Doctoral J. Inmaculada Sánchez Casado.<br />

Un marco teórico, pués, que conceptualice dichos términos presentándonos un preciso guión<br />

de trabajo, cuyo diseño contemple aspectos como la delimitación conceptual de la nee sordocegura;<br />

su diferenciación con otros posibles cuadros sintomatológicos semejantes; la caracterización como<br />

entidad nee permanente y autónoma; su etiología o etipatogenia; los criterios de clasificación e<br />

estimación de la población afectada, así como su perfil evolutivo que singularice el desarrollo<br />

cognitivo, psicomotor, afectivo-social y lingüístico comunicativo de un niño sordociego. Amen de<br />

profundizar en el modelo funcional de diagnóstico coherente con la intervención psicoeducativa que<br />

precisa. Por último, un estudio que permita observar seriamente posibles propuestas de<br />

escolarización y ajustes necesarios para su futura cualificación e inserción profesional. Hechos, sin<br />

lugar a dudas, que les asegure hacer realidad el tan pretendido principio de integración en<br />

nuestro país.<br />

3. En tercer lugar, frecuentemente, las dificultades que perfilan todo el mundo de la<br />

<strong>sordoceguera</strong> estriban, no sólo en el canal a utilizar, sino en la comprensión de la situación y de las<br />

ejecuciones demandadas (Zaldívar y Rubio, 1993). Todo lo cual nace por la falta de un sistema

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