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La sordoceguera - APSA

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débilmente dotados. De conformidad con estos tipos, acotaba las posibles expectativas de<br />

aprendizaje de cada uno de ellos.<br />

El problema del retraso mental se había trasladado del campo médico y asistencial al escolar,<br />

acelerado por la progresiva generalización de la enseñanza obligatoria en los países industrializados.<br />

Será en el marco escolar, y con la ayuda de los recién nacidos tests de inteligencia, donde aparecerá,<br />

cada vez con más claridad, una diferenciación y graduación de los distintos niveles de la deficiencia<br />

mental, psíquica o intelectual. Se hablaba ya de los niños “educables” y “no-educables”.<br />

Alfred Binet (1857-1911), con la creación del primer test de inteligencia, iba a contribuir a<br />

establecer esa diferenciación en la escuela. Concebía su prueba como un instrumento de diagnóstico<br />

capaz de determinar si un alumno estaba avanzado o retrasado con respecto a los de su edad, sin<br />

considerar para nada el que el posible retraso fuese adquirido o congénito.<br />

A pesar de mostrarse contrario a la idea del cociente intelectual -él había propuesto el<br />

concepto de nivel mental- introducido por el alemán W. Stern, sus trabajos iban a dar pie, una vez<br />

retomados por Henry H. Goddard (1866-1957), Lewis Terman (1877-1956) y Robert Yerkes (1876-<br />

1956), introductores de los tests de inteligencia en los Estados Unidos, a una abundante literatura<br />

científica en torno al C.I. .<br />

Todos estos trabajos iban a ser notoriamente enlentecedores del desarrollo de una idea más<br />

positiva y abierta sobre el retraso mental. Desde el momento en el que el C.I. se constituye como<br />

una medida de la inteligencia y se planea y defiende el hecho de que es hereditario en gran medida, se<br />

está sosteniendo la existencia de una inteligencia fija, y lo que es peor, se admite en el terreno<br />

intelectivo un desarrollo predeterminado.<br />

Kamin (1974) ha denunciado, impecablemente, todos los excesos cometidos con la<br />

sacralización del C.I. Al postular la utilidad del test de Binet para efectuar una medición fija de la<br />

inteligencia innata, podría utilizarse también para la detección de las personas genéticamente<br />

inferiores, en esencia, de los débiles mentales. Es importante destacar la puntualización de Kamin<br />

sobre el tema: “<strong>La</strong> interpretación hereditaria compartida por Terman, Goddard y Yerkes no surgió<br />

sensorial. Itard toma como punto de partida los trabajos de Locke y Condillac, quienes habían señalado la<br />

importancia e influencia que la acción autónoma o combinada de los sentidos tenía sobre la formación y<br />

el desarrollo de la idea. Así lo declara el educador de Víctor: “Sobre la base de estos principios fue como,<br />

una vez cumplidos los puntos principales que me había prefijado anteriormente, dirigí yo todos mis<br />

cuidados a ejercitar y a desarrollar por separado los órganos sensoriales del joven Víctor.”<br />

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J. Inmaculada Sánchez Casado. Tesis Doctoral LA SORDOCEGUERA.<br />

como una consecuencia de la recopilación de datos sobre el C.I, sino que su implicación en el<br />

movimiento eugenésico precedió a la recopilación de dichos datos”. Movimiento eugenésico de<br />

considerable implantación en Estados Unidos, partidario de la prevención de la idiocia mediante<br />

leyes de esterilización, como la primera aprobada, y plenamente aplicada por el estado de Indiana en<br />

1907, cuyo preámbulo declaraba sin rubor que “<strong>La</strong> herencia desempeña una función importantísima<br />

en la transmisión del crimen, la idiocia y la imbecilidad”. Terman publicaba en 1916 The<br />

measurement of intelligence, escribiendo que “ningún investigador negará el terrible papel<br />

desempeñado por la deficiencia mental en la producción del vicio, el delito y la delincuencia”.<br />

Esa idea ya citada de una inteligencia fija y un desarrollo predeterminado ha permanecido<br />

largamente en el campo psicológico, médico, pedagógico, social, ... como señalan Carpintero y<br />

Del Barrio (1980): “<strong>La</strong> concepción madurativa del desarrollo, con la multiplicación de escalas y de<br />

test ajustados a la cronología de la edad biológica ha ayudado, durante muchos años, a consolidar<br />

aquellas convicciones y a orientar las inquietudes psicológicas en este campo hacia los problemas<br />

de “clasificación” y de “etiología”. En la actualidad, más que plantearse la deficiencia mental y a<br />

nivel general, se tiende a considerar las posibles deficiencias comportamentales de los sujetos.<br />

Bigelow (1972) habla del niño retrasado como aquél al que le faltan varias conductas; y Ross (1974)<br />

abundando sobre lo mismo, plantea el problema como un déficit de ejecución más que como una<br />

entidad nosológica. En ese sentido, Carpintero y Del Barrio enfatizan que “importa más, en cada<br />

situación, la detección de conductas importantes de que un sujeto carece, y los posibles modos de<br />

restablecerlas mediante aprendizajes específicos, que los planteamientos generalizadores anteriores”.<br />

E. Aproximaciones concomitantes a la pedagogía sordomudística<br />

De semejante forma que en el apartado anterior, la evolución educativa de la comunidad sorda<br />

engloba a individuos sordociegos. Aunque su <strong>sordoceguera</strong> haya sido subsumida por la prevalencia

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