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La sordoceguera - APSA

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constituirán tal vez con el tiempo el antecedente de los rumbos actuales de trabajo como las futuras<br />

casas, pisos tutelados, hogares de acogida, adopciones,...). Por tanto asistimos a un primer intento<br />

de reglamentación en materia de psicopedagogía o psicología comunitaria para preveer atención<br />

compensadora a un colectivo segregado y marginado socialmente, la infancia inadaptada.<br />

a. El amparo del niño diferente<br />

en el periodo revolucionario francés.<br />

El “Derecho” revolucionario francés, dió un giro copernicano a la concepción infantil. De<br />

comenzar sin ningún tipo de derechos a la la obtención de casi todos. <strong>La</strong> Convención Francesa (9-<br />

VIII-1793) disponía que los padres no tenían más que deberes hacia el niño y estaban, por<br />

consiguiente, obligados a protegerle. Además demostró no sólo la posibilidad de instruir y de<br />

educar, en el pleno sentido del término a los sordomudos y a los ciegos, sino también la<br />

legitimidad de reivindicar para esa empresa los objetivos de la instrucción pública y gratuita,<br />

abierta a todos. Trabajos con sordociegos contemporáneos en la Escuela de <strong>La</strong>rnay47<br />

47Los trabajos expuestos en nombre del equipo de <strong>La</strong>rnay (Francia) por uno de sus animadores y su<br />

psicólogo no se refieren a sordociegos aislados, confiados, en cierto modo, al talento de notables<br />

preceptores como el caso de la Keller. Hacen referencia a una colectividad, realizando de esta forma un<br />

- 129 -<br />

J. Inmaculada Sánchez Casado. Tesis Doctoral LA SORDOCEGUERA.<br />

demuestran esta tradición integradora del país galo. Aunque somos conscientes, que la educación<br />

como colectivo de los sordociegos se inició, hace mucho más tiempo que en Francia, en el<br />

Instituto Perkins (USA), y en Europa en dos instituciones alemanas y una escuela inglesa como<br />

ponen de manifiesto Herren, H y Guillemet, S. (1982).<br />

Mas todo quedó en una declaración de principios, en mera utopía, como siempre que faltan<br />

los medios y fallan los recursos para financiar sublimes ideas. A pesar de todo, esas leyes<br />

permanecieron como modelo para posteriores legislaciones sobre el tema. Lo que sucedió en la<br />

práctica es que el nuevo Estado se descargó de los niños en los hospicios, donde el índice de<br />

mortalidad era altísimo. Por ejemplo, en uno de los establecimientos, <strong>La</strong> Couche (1797), sabemos<br />

por San Vicente de Paúl, que el indice de mortalidad era del 92 por 100.<br />

Breves pinceladas históricas, donde todavía en el siglo XVII, podemos constatar afirmaciones<br />

interesantes y novedosas. Nalaterci defendía como hipótesis de trabajo educativo la posibilidad<br />

de aprendizaje en un sujeto con ceguera congénita. El físico italiano, que además era<br />

jesuita, mantenía en su libro Exposición de algunas invenciones nuevas al menos diez técnicas<br />

diferentes de enseñanza para discapacitados visuales.<br />

Hasta el siglo XVIII no se critica viejos axiomas marginadores respecto a la “diferencia”, o<br />

lo que es lo mismo, hasta entonces no se empieza a poner en tela de juicio la posibilidad de que<br />

aquellos niños con hándicaps visuales o auditivos puedan ser susceptibles de recibir algún tipo de<br />

educación; y por lo tanto, no se vislumbra la necesidad de crear escuelas especiales donde cursar este<br />

“adiestramiento” ni mucho menos que sea impartido mediante una enseñanza programada y<br />

sistematizada.<br />

Pero, esta serie de medidas no se hacen realidad, no se fundan instituciones donde facilitarles<br />

una instrucción mínima, ni se plantea alguna modificación de dichas concepciones hasta 1711. Año<br />

en que un ciego Nicolás de Sauderson obtiene una cátedra en la Universidad de Cambridge. Allí<br />

explica matemáticas y óptica echando por tierra todo tipo de prejuicios abigarrados hasta entonces<br />

respecto a que las personas con patologías, en concreto visuales. <strong>La</strong>s cuales no podían aprender y<br />

ser educadas como otro miembro más de la sociedad, pues, se partía de la idea: “sólo y<br />

exclusivamente por los ojos captamos toda la realidad y nos educamos”, es decir, que el ser humano<br />

llegaba a captar la realidad circundante a través de este sentido visual y por tanto sólo “por y<br />

mediante” él podía desarrollar la capacidad mimética-representacional necesaria para categorizarla y<br />

aprehenderla.<br />

Sin duda, el siglo XVIII, en sus finales, y comienzos del siglo XIX, es el período de las<br />

tendencias humanitarias; época altruista y conciliadora, defensora de la dignidad humana como<br />

núcleo fundante de la persona. También fue una era de innovaciones fecundas bajo la bandera del<br />

despotismo ilustrado; ideas filosóficas que trascienden la perspectiva ideológica y por ende política,<br />

imprimiendo al viejo continente europeo de unas acciones estatales en materia de proyección y/o<br />

carácter de política social, con pretendidos beneficios para los discapacitados físicos. En el<br />

cambio educativo indispensable. Niñas sordociegas como Marthe Obrecht y Marie Heurtin, cuyos títulos

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